Gracias
Fotografía: Europa Press

Si hubiera que buscar una sola palabra para definir a Pedro Zerolo, sería “visionario”. Un adelantado a su tiempo, que supo ver más allá de lo conocido para crear algo nuevo. Por primera vez en la historia, el matrimonio entre personas del mismo sexo no obtenía diferencias de ninguna clase con el matrimonio heterosexual. Uno de los primeros países en reconocer este derecho a gays y lesbianas, colocando a España en una posición de vanguardia poco habitual en estas cuestiones. Todo gracias, entre otras muchas personas, a Pedro.

Toda una vida luchando por la igualdad. Así se podría definir al genio que se marchó en la mañana del 9 de junio de 2015, fecha que ya no solo será recordada como día de la Región de Murcia y La Rioja. Desde el Colectivo Gay de Madrid, donde colaboró desde 1992, hasta sus últimos años como Secretario de Movimientos Sociales en el PSOE, ni siquiera el cáncer lo apartó de su lucha. Quizá por eso, por esas incansables ganas de vivir y trabajar para hacer un mundo mejor, hoy los homosexuales y transexuales tengan motivos para sentirse un poco huérfanos.

Pero Pedro Zerolo no ha muerto, ni mucho menos. Es cierto que ha perdido la forma corpórea; se ha marchado su sonrisa, su mirada limpia y su voz clara. Pero se queda lo más importante: el legado. En cada matrimonio homosexual, habrá un poco de él. En cada manifestación del orgullo gay, él será protagonista. Cada vez que alguien quiera formar parte del movimiento LGBT, recibirá su aprobación. Porque esta España cada vez más tolerante y libre tiene una parte de él.

Por eso, hay que darle las gracias cada día por muchas razones. Gracias por conseguir que homosexuales, bisexuales y transexuales sean capaces de formar una familia como lo haría cualquier ciudadano. Gracias por haber dado fe a todas esas personas a las que la religión les dio la espalda de la manera más cruel posible. Gracias por tu valentía y entereza en todos los aspectos de la vida. 

Pero, sobre todo, gracias por vivir hasta el final. Pedro Zerolo nunca se escondió en el cáncer, sino que lo asumió como una parte más de su vida. Salió adelante, compaginando el activismo con la quimioterapia y otras tantas consecuencias de su enfermedad. No solo fue un ejemplo de dignidad y lucha, sino que quedará para siempre como un símbolo de entereza y amor por la vida. 

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