El rugby es un deporte especial, de eso no cabe duda. Las emociones están a flor de piel, y hay momentos en que a los aficionados se les encoge el alma y se les pone la piel de gallina al ver el esfuerzo de quince hombretones dejándose el alma en cada acción. Un deporte donde la honestidad está por encima de todo, y en el que el contacto es noble y sin más intención que la estrictamente deportiva.

En el rugby un equipo puede estar siendo vapuleado y, al conseguir en ensayo, encoger el corazón de todos los presentes viendo la alegría desbordante de esos rudos hombres. Eso fue lo que ocurrió con Namibia, una selección que entró prácticamente de rebote, y que compite con toda la ilusión posible.

Entrañable actitud de los namibios

Se sabían eternamente inferiores, pero salieron con todo. Defendían el honor de todo un país que estaba pendiente de sus particulares héroes deportivos. Nueva Zelanda no salió a especular; la mejor manera de respetar a un rival es jugando de manera seria. Así lo hicieron los suplentes neozelandeses, que en apenas diez minutos de juego habían conseguido dos ensayos (Vito y Milner-Skudder), poniendo el 15-0 en el marcador.

Los namibios apretaron los dientes y se lanzaron a por todas en aras de obtener algún punto que poder incluir en su lista de efemérides. Y lo hicieron. En el minuto catorce, Kotze anotaba una patada a palos y estremecía el estadio olímpico londinense. Los all black no estaban para concesiones, y de mano de Fekitoa y Barret ampliaron la ventaja kiwi. Los namibios continuaron trabajando con casta, e incrementaron su marcador gracias a una patada de Kotze. Otro ensayo de Milner-Skudder y de Barret, dejaron el marcador en 34-6 en el descanso.

Namibia trabajó sin descanso hasta obtener el ansiado premio del ensayo

Los namibios aprovecharon una cierta displicencia de Nueva Zelanda en los primeros compases de la segunda parte, y por medio de Kotze sumaron otros tres puntos. Más cambios y más ensayos neozelandeses, hasta que en el minuto 51 se hizo el sueño realidad. Namibia hilaba una buena jugada que acaba en ensayo de Deysel, ante el regocijo de toda una nación, y la complicidad de todos los presentes. Una historia de superación, de crecimiento constante y de humildad. Kotze falló la conversión, pero eso no aminoró la euforia.

Deysel consigue el ensayo para Namibia. Foto: telegraph

La alegría namibia se transformó en una cierta relajación defensiva que los neozelandeses no perdonaron. Smith, Savea y Taylor, con algún otro punto sumado por un Barret no demasiado preciso de cara a palos, acabaron poniendo el 58-14 definitivo en el electrónico. Un partido trámite que los namibios no podrán olvidar nunca, y tras el que pueden irse orgullosos de la labor realizada. Por su parte, los neozelandeses han podido dar minutos a los menos habituales y afrontarán con plenas garantías los dos partidos que les quedan, ante Georgia y Tonga.