Se lo pasan bien y ese es uno de los grandes secretos. Cuando se ve a quince rudos hombres sonreír mientras hacen un deporte, las cosas han de salir bien. Mucho más si se cuenta con el talento innato y las condiciones genéticas que atesoran los neozelandeses. Pero eso no lo es todo. Y si no que se lo digan a Tonga.

Por muy preparado que se esté para jugar a rugby, si no hay compenetración y entendimiento entre todos los miembros del equipo, el éxito es inalcanzable. Los tonganos no entrenan juntos, apenas han tenido tiempo de preparar el mundial y cuentan con una disciplina poco convincente. Juegan para disfrutar sin que la victoria sea lo más importante, mientras que Nueva Zelanda no entiendo otra cosa que ganar.

Llegando en forma a partidos clave

Los kiwis han cerrado esta primera fase de la mejor manera posible. Tras dar un golpe sobre la mesa en la primera jornada, evitando la rebelión argentina, el resto de encuentros han sido paseos triunfales y exhibiciones de un equipo pluscuamperfecto. Pocas fisuras se observan en los all blacks, que con una delantera veloz y potente, alas ágiles y Carter y Smith repartiendo el juego, se postulan como máximos favoritos.

Salieron ante Tonga sin piedad; por mucho que su capitán tenga sangre tongana en sus venas, la motivación de los kiwis era máxima. Aguantaro el tipo los tonganos, pero acabaron viendo como el primer período acababa con una clara ventaja de 14-3, y sin ninguna oportunidad en ataque. Smith y Woodcock lograron ensayos, y se vieron respaldados por Carter.

Las energías gastadas para evitar que se fueran excesivamente en el marcador los neozelandeses, las pagaron los tonganos en la segunda mitad. Nunca tuvieron la fuerza necesaria para abrir las puertas de la defensa neozelandesa, y tuvieron que conformarse con dos tiros a palos más, ejecutados a la perfección por Morath. 

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Los kiwis no necesitaron acelerar excesivamente para desbordar poco a poco a Tonga. Milner-Skrudder en dos ocasiones, Williams y Cane, participaron de la fiesta neozelandesa, y permitieron el lucimiento de Carter. Con la satisfacción del trabajo bien hecho se marchaban del estadio los neozelandeses, congraciándose con sus hermanos tonganos, que dieron una lección de saber perder. Ha de mejorar mucho el rugby de las islas pacíficas si quiere seguir siendo competitivo. Inversiones y muchos entrenamientos son la receta.