Gracias por formar parte de mi infancia, Raúl

Era domingo  por la tarde, no recuerdo qué hora, creo que sobre las ocho-nueve de la noche. Yo estaba sentado en el sillón, con la pierna estirada, recuperándome de una operación de ligamento cruzado anterior a la que me sometí el pasado viernes. Varios de mis amigos habían ido a Madrid, a un encuentro de monitores del Movimiento Calasanz procedentes de toda España.

Cuando volvían de ese viaje, me daban por whatssap la noticia. Un chaval de nuestra misma edad (21 años) que fue a Cristo Rey (la mayoría de nosotros fuimos a Escolapios, pero alguna amiga había coincidido con él en ese mismo colegio debido a que forman parte de la misma comunidad escolapia), había muerto de forma súbita en el campo del Ranillas.

Lo primero que pensé fue “joder, qué putada”. Pero sobre las once de la noche, recibíamos una llamada. Era la madre de Adrián, un chico con el que jugué muchos años en el Helios. Cuando vi que mi madre decía “¡aaaah sí, de las madres de Helios, que te llamábamos Pili, la madre de Adrián sí…”; me temí lo peor. Y más aún cuando mencionaron a Raúl, otro chico que jugaba de delantero, para que mi madre intentara acordarse de él y ponerle cara. Y a los dos segundos de eso se confirmaron mis temores. En el momento en el que mi madre dijo sorprendida “¡que se ha muerto Raúl!”, se hizo un silencio sepulcral en el salón. Yo no lo podía creer, ni mis padres tampoco.

Hace muchos años que no veía a Raúl. Cuando separamos nuestros caminos en el mundillo del fútbol base, apenas volvimos a tener relación alguna. Para ser sinceros, hasta hace poco lo consideraba un conocido-compañero especial más, como todas las personas con las que coincidí en el Helios, al que seguro que me hacía ilusión ver de nuevo y recordar esos maravillosos años como hicimos hace un tiempo unos cuantos en una pequeña barbacoa. Pero Raúl no pudo acudir. Ni siquiera recordaba qué estaba estudiando o qué quería hacer.

Sí, fueron años maravillosos. Yo llegué de jugar en mi colegio, los Escolapios, el segundo año de fútbol 7 (sobre 3º de primaria o por ahí), y Raúl ya estaba en el Helios. Fueron los momentos que más disfruté del fútbol, porque durante cuatro-cinco-seis años (no recuerdo el número exacto) siempre conformamos un mismo equipo, solo cambiando dos personas o tres al año como mucho, y con el mismo entrenador. Además, las relaciones entre los padres eran muy buenas.

Recuerdo a Raúl un tipo honesto y sencillo, siempre con ganas de disfrutar y pasárselo bien. Era buen compañero de equipo, desde luego.  Y esos años fueron los mejores de mi vida, porque disfrutaba mucho del fútbol, me lo pasaba estupendamente yendo a entrenar y la gente era excepcional. Ese vínculo afectivo a dicha etapa de mi vida, jamás se va a cortar. Además, un año llegamos a ganar una liga en una temporada apoteósica.

Como he dicho antes, si no hubiera pasado nada, lo más seguro es que Raúl siguiera siendo un conocido especial más que forma parte de esa gran etapa de mi infancia. Sin embargo, cuando ayer me enteré de su muerte súbita, sentí como si una pequeña parte de la misma se desvanecía. Jamás lo iba a volver a ver, ni a hablar con él, ni tener la oportunidad de volver a recordar juntos ese pasado nostálgico…

Sé que apenas mantuvimos relación alguna cuando te fuiste a jugar al Actur-Pablo Iglesias y nos cruzamos pocas veces más, siendo todas ellas casuales y de forma espontánea, pero jamás me olvidaré de ti ni de esos buenos momentos que viví junto a ti y el resto de compañeros en el Helios. Descansa en paz, Raúl, y gracias por formar parte de los mejores momentos de mi infancia.  

VAVEL Logo