Niebla en el S. XXI
Soldados sirios patrullando una calle en Alepo (Siria). (EFE)

Hoy en día las cosas que verdaderamente importan, parecen importar demasiado poco. Esos estímulos que hacen que nos alegremos de vivir, de disfrutar cada día y de aprovechar cada segundo, se enturbian. Las sensaciones son, de hecho, similares a las de Miguel de Unamuno en su obra de 1914:‘Niebla’. La vida gris, la agonía sobre las personas y en definitiva, las pocas ganas de seguir viviendo. En aquella obra, el propio Unamuno manejaba la historia como un actor secundario, que aparecía por sorpresa y que acababa siendo protagonista. Decidía sobre si Augusto, el principal personaje de la trama, podía o no seguir viviendo. Tenía esa fuerza y ese poder. La convicción de que la vida de los demás podía pertenecerle solo a él, que era el auténtico señor de La Tierra. Del planeta, ya saben.

Pero es solo una obra vanguardista, ¿no? El miedo y la zozobra son cosa de libros, ¿no? Eso es lo que me parecía hasta hace varios años. Yo tenía solo doce y disfrutaba de esa inconsciencia que nos brinda a todos la vida cuando apenas abres los ojos nada más que para jugar con tus amigos o para seguir soñando despierto con todas las cosas que querrías seguir haciendo. Pero aquella mañana de septiembre, el día once en concreto, me tocó abrir los ojos. Aquel día dos aviones atentaban contra miles de ciudadanos en una de las ciudades más concurridas del mundo. Personas cuyo mayor delito era ir al trabajo, a tomar un café, a pasear junto a alguien querido o a disfrutar de un día más.

Un escenario de caos que se iba a repetir en el año 2004 y que lo hacía en Madrid. De nuevo miles de ciudadanos cuyo gran delito era el de ir a trabajar, estudiar o a hacer cualquier otro tipo de recado. Vagones de tren que se quedaban vacíos, impregnados de un odio irracional que nadie es capaz de entender. Solo ellos. A principios del 2015, contra la libertad de prensa y expresión en ‘Charlie Hebdo’. Así como el pasado viernes, día trece noviembre, de nuevo París era la ciudad elegida para un destino similar, con la misma “culpabilidad” en aquellos que no volverán a disfrutar de la vida. Porque ellos sí lo hacían, sí reían y sí se contentaban por estar junto a sus seres queridos una noche más.

Datos alarmantes en cuanto a fallecidos que no terminaban de concretarse. Cifras que bailaban, pero que eran demoledoras, que provocaban el alzamiento del mundo libre para protestar contra la tiranía de aquellos que se creen con más derecho. Protestas con velas y ‘La Marsellesa’ para silenciar a aquellos que parecen tener o contar con mayor potestad a la hora de decidir. Pero claro está, también hay otra dura y sangrienta realidad. La de ese mundo oculto, tapado a los ojos de Occidente. La de otra forma de vida que a veces parece interesar mucho menos, en la que se sigue sufriendo del mismo modo.

Un Tercer Mundo que agoniza de dolor, que sufre las miles y miles de pérdidas cada día a base de bombas y balas. Con familias cada vez más incompletas, separadas en busca de un camino mejor ante la barbarie radical. Buena muestra de ello fue la foto de Aylan, un niño que caía a orillas de un futuro mejor. En una de las mayores crisis de refugiados de la historia, similar a la que sacudía Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Miles y miles de familias a las que ya no les queda voz para seguir pidiendo ayuda, cuyo único argumento de vida parece ser el de la propia supervivencia.

Mientras tanto, la respuesta de algunos países es la de contraatacar y da igual el posible precio. La venganza teñida de sangre, manifiesta y esclarecida por un odio irracional que sigue pesando sobre la civilización. Hollande, presidente francés, no va a frenar. Ni tampoco su nuevo aliado Putin, presidente ruso, quien parece haber encontrado un argumento “válido” para justificar su insistencia en mantener la guerra. En ese escenario bélico desde hace ya dos años -primero en Ucrania y después en Siria-. Yihadistas que atemorizan Europa, que privan de derechos y libertades a quienes menos culpa tienen. Que cierran salas de conciertos, estadios de fútbol y que se alegran de ese miedo en el nombre de un dios cuya religión dista mucho de ese fin cruel y violento. Un Primer Mundo que arrasa con todo y que, según informaciones recogidas en el 'Diario 20 Minutos', ya se ha saldado por error con la vida de más de cincuenta civiles sirios. Pero no se engañen, es una guerra y no una rueda de reconocimiento.

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