La calle “mirando a Europa”

Los muchachos del puerto de Tánger, anhelan desde las extensas costas de la ciudad, esa bienandanza de la que presumen primos, amigos y vecinos que cruzaron la frontera y avistaron tierra prometida. Ellos buscan al Moisés que les abra el impío Mar Mediterráneo, culpable y obstáculo para su libertad hacia el éxito, pero que bien caro les cobra el peaje, el Moises del Siglo XXI, capitalista. Bien pudiera suceder Algeciras a Canaán en su éxodrama.

Su rabia, no pausa, es el prisma que trasluce las 7 connotaciones de su expresión suburbial. El 7 cristiano no les hace justicia ni omisión. “Mi rezo a Mahoma es mi veraz religión”, se runrunea en los alrededores de la mezquita de Tánger, donde niños juegan lastimando el cemento con el deporte universal, abuelos cuentan historias del Corán y Europa, y jóvenes y adultos, transitan en un paisaje aparente de hermandad.

La Mezquita, hace de plaza del barrio, ojo avizor y gran hermano, que culturaliza la ética y actitud de sus feligreses que han de rendir culto y reverencia a su Dios. Su único guía y autoridad.

“La necesidad es la mejor escuela”

Los niños del puerto, viven en manada. Su asociación es necesaria dada su inferioridad hacia su subsistencia en vivires tan darwinianos. A veces no tienen qué comer y han de vender chicles en los alrededores del McDonald cercano a “La Castellana” tangerina, otras, se ganan la vida vendiendo hachís o delinquiendo, correteando por el zoco. Pero gozan de una cualidad que ni ellos mismos propios valoran, algunos hablan incluso 3 idiomas y chapurrean alguno que otro más. Pero el pegamento les ciega el hambre y a su mente, les castiga con calambres.

La puerta de Europa goza de un cariz semántico, que se transcribe en la luz apagada al alba en la pueril reminiscencia de estos jóvenes, que delata un ansia, un sueño, un reto, con el que algunos pueden jugar en un periplo Tánger-Algeciras haciendo que viajan en los bajos de un camión. La puerta se abre a 14 km, distancia nada desdeñable para sueños, pero cada centímetro por el pasillo hacia la meta es un paspartú que les hipnotiza hacia su “tierra prometida”.

6000 africanos perecieron ahogados en el mar de riqueza que desde aquí les prometimos en el año 2006.

A 14 km. de aquí, están, muriendo de hambre.

Podemos seguir comiendo pipas. Y escupir su cáscara, al suelo.

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