El poder de la televisión ante la magia de la grada
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La televisión española –TVE– comenzó a emitir de forma regular un 28 de octubre de 1956; por aquel entonces las ondas radioeléctricas –conocidas también como ondas hertzianas en honor al alemán Heinrich Hertz– que habían sido portadoras de los sonidos de la radio y nuestra historia eran recibidas por primera vez en España por exclusivos televisores de válvulas y enormes tubos catódicos, fuera del alcance de la inmensa mayoría de la clase trabajadora.

Hasta ese momento y aunque de forma sensiblemente retrasada con respecto al avance tecnológico de otros países, el campo de la comunicación estaba –y aún estaría dominado durante bastantes año–- por la radio, que constituía la caja mágica soñada por toda familia española y alrededor de la cual se reunían familiares y vecinos a la espera de la radionovela, el espacio de variedades, el concurso, la noticia y las retransmisiones deportivas o taurinas. RNE y la Sociedad Española de Radiodifusión (SER) copaban el sector y creaban escuela de relatores radiales que con el verbo exacto y la hipérbole no exagerada, creaban imágenes de la realidad y la leyenda en el colectivo imaginario del radioyente.

Al reportero gráfico le había correspondido hasta entonces la importante tarea de llevar a los hogares españoles las imágenes que constituyeron las crónicas de un tiempo huido de un deporte esférico de futbolistas portadores de pañuelos a cuatro nudos jugando de sombrero. Un serio y duro competidor les surgió con  la figura del locutor o relator radial, aquel que a partir de ese momento se encargó de recoger el testigo y la tarea de contar las leyendas y hazañas de los héroes del balón. La imagen pasó entonces a ser codificada por el timbre de su voz, por la entonación, el verbo, la hipérbole, el enlace de la frase y su juicio personal.  Una imagen decodificada por la imaginación del radioyente, aquella que volaba junto a la carrera del ídolo y el rodar del balón hacia el gol.

De esta forma el fútbol viajó por el aire y entró en nuestros hogares a través de la voz de radio, así fue hasta que la poderosa fuerza de las imágenes de televisión y las emisiones de TVE comenzaron a cambiar el concepto de las retransmisiones deportivas. La cronología de un nuevo tiempo que arrancó un 24 octubre 1954, cuando TVE realizó una retransmisión experimental en TV del partido de  liga Real Madrid - Racing de Santander. Un primer paso que vivió su siguiente capítulo tres años después, un 30 mayo 1957, fecha en la que TVE compró en Inglaterra una unidad móvil y retransmitió la final de la Copa de Europa (Real Madrid - Fiorentina).

La televisión era aún un lujo demasiado caro para la inmensa mayoría de nuestras familias, pero los pasos siguieron dándose de forma paulatina. El 27 de abril de 1958 se llevó a cabo la primera retransmisión de fútbol en directo con motivo de un Atlético de Madrid - Real Madrid, y un año más tarde, el 15 de febrero de 1959 se realizó la primera retransmisión de un  Real Madrid - F.C.Barcelona. Acontecimiento que marcó un antes y un después en la historia de la TVE, pues el evento reunió ante los aún escasos y exclusivos televisores a cerca de un millón de espectadores.

Cuentan que en solo dos días –entre el 12 y el 14 de febrero– se vendieron 6.000  televisores. Además la fuerza de la imagen abrió un nuevo mercado con el concepto de la publicidad, pues una compañía cervecera catalana ofreció al Real Madrid 500.000 pesetas por los  derechos, pero el Gobierno lo impidió considerando el interés general de la retransmisión.

El concepto de la retransmisión deportiva había cambiado para siempre, poco a poco la televisión pasó de ser un aparato de lujo a ser un electrodoméstico de naturaleza básica en las casas españolas. Aun siendo en blanco y negro, el espectador había perdido un poco la magia del relato deportivo del locutor de radio, pero a cambio había ganado la poderosa fuerza de la imagen y la posibilidad de hacer su propio juicio de la realidad.

Luego llegó el color, la más pura realidad y la incorporación del viejo relator a un nuevo estilo de retransmisión deportiva. El fútbol se convirtió en un negocio de valor incalculable para el mercado publicitario, el juego comenzó a convertirse en un jugoso pastel económico a repartirse entre las partes interesadas, organismos oficiales, clubes y televisión. 

El mundo de la comunicación deportiva había cambiado, los niños de cualquier punto de España pudieron vibrar con las evoluciones de sus ídolos desde el salón de sus casas, lugar desde el que trasladaron sus propias leyendas al barrio y a la calle en las que los emulaban. Así crecí yo, con un recuerdo en mi olvidada memoria de Kempes, Zico, Maradona, Platini... aunque en mi caso concreto siempre prefiriendo ver en directo una genialidad del Mago en Carranza. El fútbol hoy día se ha convertido en un poderoso monstruo económico, un macro negocio que sustenta sus pilares en el marketing y en la televisión, en la lucha por los derechos televisivos tan injustamente repartidos en la Liga española. Mucho de negocio y poco de juego, espacio este último en el que un grupo irreductible de genios –Cristiano Ronaldo, Messi, Xavi, Iniesta, Ribery, Ozil, Neymar– aún se empeñan en demostrarnos que en el fondo no hacen otra cosa que jugar y hacer diabluras con un balón.

La televisión representa por tanto la caja mágica y diabólica que nos mostró una España campeona del Mundo y bicampeona de Europa, pero la misma que nos alejó de otro tipo de edificantes vivencias que quedaron en el camino. Posiblemente por el nocivo efecto de la televisión y los precios abusivos que los clubes fijan a sus aficionados, son cada día más visibles los huecos visibles de cemento en nuestros estadios. Ahora que una nueva generación de televisores de avanzada tecnología, amenazan con interactivos nuevos conceptos, celebro efusivamente que por fortuna seguimos siendo libres. Libres para escuchar la radio, leer un buen libro, pasear o acudir a esas tribunas cada vez más vacías, puesto que la grada siempre nos aguardará, con el calor y la pasión de su gente, sus cánticos, el olor y el color de la hierba, el sabor de lo vivido en primera persona.

En definitiva el poder de la televisión ante la magia de la grada, de lo experimentado, la experiencias vívidas en el dulce reposo de la tarde, cuando en la atmósfera de la realidad se genera un ambiente de puro fútbol que arde cual hoguera de emociones en los espacios esféricos reservados para la pasión.

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