"Si estoy bien no me gana nadie", declaraba Serena Williams durante su reciente presencia en Madrid en los micrófonos de 'El Partido de las 12' de la Cadena Cope. Esas palabras, pensamiento generalizado en el circuito pero que podrían parecer altanería o soberbia de boca de la aludida, no son más que el fiel relfejo de la realidad actual del tenis femenino. Un deporte donde Serena hace y deshace a su antojo. Hoy lo demostró una vez más al proclamarse campeona del WTA Premier 5 de Roma, derrotando en la final a Victoria Azarenka por 6-1 y 6-3.

 
En un escenario tan bello y con tanta historia como el Foro Itálico, la menor de las Williams hizo enseguida de su raqueta un arma mortal. En la arena, la batalla entre gladiadoras fue de grandísimo nivel, pero por más que Azarenka lo intentara no encontraba cómo herir a la norteamericana. 3-0 de salida para la número 1 del ranking, que llegaba a la final habiendo cedido diez juegos por el camino y no quería que la final siguiese un guion muy diferente.
 
Trató Vika de reaccionar por todos los medios, y pareció asomar la cabeza cuando en el cuarto juego lograba un esperanzador break para reducir las diferencias. Pero ahí terminó toda su resistencia en la manga inicial, toda vez que pese a que su tenis estaba siendo de altísimo nivel era insuficiente para contrarrestar el juego de Serena, que la castigaba con unos golpes plenos de potencia y colocación, pareciendo su raqueta el gladio que blandían en su época los luchadores del Coliseo de Roma. Terminaba así la primera manga con un 6-1 demasiado claro para todo lo que había intentado Azarenka, pero hoy no era el día para tumbar a Serena.
 
¿La mejor Serena de la historia?
 
En el segundo set el partido siguió exactamente el mismo esquema, si bien Azarenka vería un poco recompensado el terrible esfuerzo que estaba realizando ya no para luchar por el partido, sino para simplemente evitar un resultado de escándalo. Logró la bielorrusa aguantar el arreón inicial aferrada a su servicio, pero en el ecuador del set entregó la cuchara. Pese a soportar también un intercambio de roturas, se desinfló finalmente y cedió tres juegos consecutivos para terminar cayendo sumando apenas 4 juegos. 
 
El marcador final, demasiado duro para una Azarenka que dio mucha más guerra de la que indica el luminoso, destapa el hecho de que Serena gana como, cuando y donde quiere. Incluso en tierra batida, donde tradicionalmente más le ha costado. Tras diez años de sequía en tierras transalpinas, levantó su segundo trofeo de campeona en Roma tras el logrado en 2002. Curiosamente en ese año también ganó Roland Garros, ¿una señal?
 
Sea como fuere, no cabe duda de que Serena puede estar atravesando el mejor momento de su carrera. A sus 31 años, ha dejado atrás sus problemas físicos, la grave enfermedad que sufrió en 2001 -tuvo que superar una embolia pulmonar- y, por si fuera poco, es más fuerte mentalmente que nunca. Atrás quedan sus idas y venidas del circuito, y parece haberse decidido a competir durante todo el año y a su máximo nivel, lo que puede ser mortal para el resto del circuito. No en vano, la estadounidense acredita ya un 36-2 en el presente curso, derrotada solo por Stephens en Australia y la propia Azarenka en Doha, y siempre por problemas de espalda. A tope físicamente, Roland Garros parece tener dueña toda vez que en Roma solo ha cedido quince juegos en cinco encuentros.