Rafa Nadal encontró su destino sin necesidad de buscar, porque el de Manacor era un fin en sí mismo. Desde el segundo uno en el que este diestro agarró una raqueta con la zurda, una corriente inexplicable subió por su prodigiosa muñeca y su poderoso antebrazo hasta su corazón, que impulsó una realidad procesada por su cabeza: Rafa era el tenis y la corriente del destino le llevaría a ser uno de los mejores tenistas de la historia.

Dicen y no le faltan razón que el mejor golpe de Nadal es su cabeza, como decía Nietzsche “El que tiene carácter tiene también una experiencia que siempre vuelve” y Rafa lleva regresando a lo más alto de París en nueve de las últimas diez ocasiones. Como dijo el filósofo y escritor alemán Walter Benjamín: “Si uno tiene carácter su destino es  esencialmente constante”. Su papel ejemplar desempeñado viene iluminado por la evidente conjunción del carácter, el talento y el destino. Lo que convierte a Nadal en un paradigma, en “hombre de destino” es su forma de luchar, mejorar y abrazarse a una profesión, un deporte en el que ha conseguido vencer a tenistas de tres generaciones, la anterior a la suya, la propia y la que viene.

En el circuito del tenis es materialmente imposible encontrar a algún tenista que conozca mejor su oficio, por eso es el mejor. Sus victorias llevadas a cabo con el empecinado esfuerzo de su carácter le transfiguran. Por ello Rafa es un personaje de destino, que es la obra de su carácter y lucha personal por ser el mejor en su oficio. Es sin duda uno de los dioses del tenis, un joven dios y rey del tenis para el que los elogios quedan justificados plenamente por la herencia que va a dejar a este deporte. Este joven dios cuenta, pues, con unos rasgos difícilmente calificables, se nos quedan cortos los adjetivos para Rafa, podríamos decir que en un golpe de Nadal se enreda una prosa tumultuosa escrita con tinta de arcilla roja, que su drive responde a la poesía de los mejores jugadores de la historia del tenis, pero lo que más nos abruma y sorprende el tenista de Manacor, son sus rasgos luceferinos de ansia y poder.

Rafa es demasiado ambicioso como para detenerse ante pelotas que besan las líneas, va mucho más allá de todos nosotros, seres mortales. Su carácter es decisivo en la orientación de su tenis, Nadal tiene carácter dominador y cada año necesita experimentar su domino sobre la sagrada arcilla roja de Roland Garros.  No puede conformarse con el culto de un deporte sin más trascendencia que el elogio y el aplauso. Necesita mandar sobre sus rivales y como consecuencia sobre el tenis mundial. Su desbordante ambición, la dedicación, la superación y el amor por el tenis le han convertido en leyenda.

Dicen que cuando se está arriba del todo es fácil sucumbir a la legítima vanidad de ser el número uno, pero en su caso todo lo conseguido es fruto de una entrega total, vivir por y para el tenis con una generosidad y gallardía jamás vista. Es por esa razón que no se puede pedir más a Rafa, no hay adjetivos, puesto que el variado y denso repertorio de acciones técnicas, físicas y psicológicas que despliega a lo largo de un torneo, y en sus ya tradicionales finales en París, agotan las palabras para cualificarlo. La autoridad conquistada por Rafa en el tenis mundial y en su casa parisina es fruto de un hombre que vino a mandar durante tres generaciones de tenistas.

Este nuevo triunfo en el Abierto de Francia le convierte en el primero en ganar el torneo cinco veces consecutivas para llegar a 14 títulos de Grand Slam, empatando en segundo lugar junto a Pete Sampras. Rafa es el Rey de París, Nadal ha hecho caer otro mítico récord de Björn Borg, vikingo de hielo que obtuvo cuatro victorias consecutivas en Paris entre 1978 y 1981. El de Manacor es heredero legítimo de la leyenda, Borg ha tenido que abdicar y tras una nueva exhibición ante un tenista de otro planeta como Novak Djokovic, el tenista español ha recibido de manos del sueco su enésima Copa de Los Mosqueteros.

El tenis, el deporte se pone una vez más a sus pies, su majestad Rafa Nadal sigue dominando, no existen reveses para su revés, su mandato tiene mucho que ver con la fuerza con la que jugará su último tanto, con la que buscará su próximo punto, la fe con la que golpeará la próxima pelota, por suerte el destino le hizo tenista y por suerte gozamos del enorme privilegio de ser coetáneos a su leyenda. Como expresó Ilie Nastase, sobre lo que le diría a Borg cuando se retirase, nos inclinaremos ante él y le daremos un mordisco al acero de un nuevo título, ese será nuestro homenaje para un joven dios destinado a ser Rey.