Es ley de vida. Los jóvenes relevan a los adultos en cualquier ámbito de la vida. No quiere decir que tengan más sabiduría, pero sí más ganas y fuerza de empezar a despuntar en cualquier disciplina. En el mundo de la raqueta, se vislumbra este cambio generacional donde los mayores dejan paso a los jóvenes. Ya sea porque llevan tiempo llamando a la puerta, o porque esperan algún punto de inflexión que haga replantearse su “jubilación”.

Y este año se está presenciando. Nombres como Simona Halep, Garbiñe Muguruza, Eugenie Bouchard, Camila Giorgi… todas ellas jugadoras nacidas en la década de los 90, llevan tiempo llamando a la puerta y parece ser que la puerta empieza a abrirse. La temporada pasada ya se rumoreaba que podían llegar lejos, muy lejos. Pero, hay que asentarse en la cima y lograr buenos resultados para que esa puerta se abra por completo y se les deje pasar. Y para Bouchard se abrió en semifinales. Primera final de Grand Slam y con tan solo 20 años.

Foto: Zimbio.

La edad de alcanzar la cima ha cambiado y ahora no se consiguen los grandes resultados con 16 o 17 años, sino con 20 y 21. Cuatro años que parecen una eternidad pero que hay que tener en cuenta. Las carreras de los tenistas se alargan más y los resultados llegan más tardíamente. Partiendo de estas premisas llega la final de Wimbledon. El torneo por antonomasia, donde cualquier jugador puede dar la sorpresa, siendo joven o veterano. Se ha comprobado en el cuadro masculino con Kyrgios y Dimitrov y lo corrobora esta final. Kvitova, 24 años, Bouchard, 20. Futuro del tenis femenino.

Corría el año 2011 y la jugadora checa se metía por primera vez en su carrera en la final de un Grand Slam. Era una novedad para Petra. Y ante esa situación, liberó tensiones, echó toda la carne en el asador y consiguió levantar por primera vez un Grande. Wimbledon. Nada más y nada menos. La catedral del tenis. El sueño de cualquier tenista es ser campeón de un Grande y Kvitova lo logró con 21 años.

2014. Tras llegar a las semifinales de Australia y de París, tenía ante sí una nueva oportunidad de acceder a una final de Grand Slam. Y también en Wimbledon. Con 20 años accede a su primera final de un Grande y no tendrá una rival fácil. Petra Kvitova ya sabe lo que es ganar y está dispuesta a levantar su corona. Bouchard, que pase lo que pase en la final entrará de lleno en el top-8, no quiere quedarse con ser finalista, quiere más y su juego lo demuestra.

Bouchard llega sin ceder ningún set y Kvitova un único parcial ante Venus en tercera ronda, en el partido más complicado para la jugadora checa

Ambas tenistas han mostrado a lo largo de las dos semanas de competición saber estar, mentalidad ganadora, lucha, garra, despliegue de grandes golpes, variedad en el servicio y mucha fuerza en sus golpes, pero sobre todo fuerza en su cabeza. Es fundamental en el tenis saber cuándo hay que golpear a la pelota y cuándo defender. Cuándo atacar y cuándo contraatacar. Así se moldea a una campeona y más una campeona de Grand Slam. Ha de ser completa, dominar todas las facetas de la pista y pensar más rápido que su rival.

Tanto Eugenie como Petra bien lo saben, llegar a una final, cuesta, y mucho, y solo se logra con tesón y mucho trabajo. Al final el trabajo tiene recompensa. Una de las dos se llevará el gato al agua. Tanto una como la otra lo merecen, pero solo una saldrá victoriosa en la final. El tenis es así de duro. “Se pierde más que se gana, salvo que seas Roger Federer”.

Esta final, es un paso a savia nueva, jóvenes promesas que dejan de serlo en cuestión de días gracias a su actuación. Jóvenes a las que las puertas se les han abierto de par en par, pidiendo el relevo generacional y trayendo nuevo espectáculo al tenis femenino. ¿Serán capaces de cerrar definitivamente la puerta para quedarse?