"He jugado realmente bien durante estas semanas. Es muy duro para mi". Con estas palabras expresaba su sentir Eugenie Bouchard tras ser arrollada por Kvitova en su primera final de un grande. Derramando lágrimas de adolescente, lo que es por sus 20 años, la canadiense reconocía la superioridad de la checa, intratable durante toda la final. Ahora es tiempo de reflexión. De intentar analizar cómo no tuvo opción ante el ciclón checo. Siempre se dice que cuando más se aprende es tras las derrotas. Sin embargo, las mejores lecciones quedan marcadas tras una final, y más cuando tienes dos décadas en tu DNI.

Bouchard llegaba a la final sin haber cedido un parcial en todo el torneo londinense. Era la tenista de moda, señalada como la nueva 'reina' que gobernaría en todo el panorama tenístico femenino. 'Genie' buscaba repetir un sueño dorado dos años atrás, cuando campeonó en el All England Club en la categoría junior. También era la primera canadiense en llegar a la final de un Grand Slam. Demasiado bonito para ser verdad. Eugenie sufrió una derrota aplastante. La final más desigualada de los últimos 30 años. Sin una sola posibilidad de respuesta. Un vendabal sin compasión. Kvitova la sacó de la pista desde el primer momento.

Bouchard será, a partir de mañana, séptima en la WTA.

El juego de Bouchard es puro tenis del siglo XXI. Agresiva al resto, muy voluble en sus servicios y siempre buscando el ataque, flotando sobre la línea de fondo, siempre metida. Sin embargo, en la final de hoy siempre se encontraba sin respuesta. La pelota le llegaba como un cañón y Bouchard no renunciaba a su juego. Quizás unos pasos más atrás, buscando una actitud más defensiva, la hubiera ayudado en determinados momentos, aunque difícil, viendo el nivel de Petra. Otro aspecto reseñable es el servicio. Desconociendo el motivo, estuvo muy errática en el primer servicio. Apoyada en el segundo, Kvitova encontró un pasillo enorme que explotó a la perfección a través de unos restos que desafiaban las leyes de la física.

El mejor aprendizaje suelen ser las derrotas, pero sobre todo en finales.

Probablemente estos detalles sean eso, detalles. Quizás Bouchard jugó bien, sin apenas errrores (4 errores no forzados), pero enfrente tuvo la perfección. Una Kvitova pluscuamperfecta que no estaba dispuesta a rebajar ni una sola marcha. Entrados ya en julio y con los tres primeros grandes disputados, Bouchard debe estar orgullosa de sí misma. Dos semifinales y una final en su haber con solo 20 años. El lunes ya estará en el top10, comandando el séptimo puesto de la WTA.  Sin duda, está llamada a comandar el tenis mundial en poco tiempo y la derrota en esta final de Wimbledon, siendo tan joven, sea la mejor lección que puede grabarse a fuego en su mente. "Después del partido, estaba en la sala donde grababan el nombre de la campeona. Solo deseaba y soñaba que algún día esté mi nombre ahí", expresó con melancolía 'Genie' tras la final. Su tenis tiene fuerza y pasión para ello. En el horizonte: el US Open, una redención que puede saber a gloria. Quizás dentro de un año, ese sueño sea realidad.