Los comienzos nunca son fáciles. Y sino que se lo pregunten a Stanislas Wawrinka. El tenista suizo, que debutó esta pasada madrugada en el Masters 1000 de Toronto ante Benoit Paire, no tuvo un partido nada fácil. Tras un comienzo irregular, Stanimal tuvo que salvar una bola de partido para sellar el pase a octavos de final por un tanteo de 4-6, 6-3 y 7-6 (2).

Tras el arranque explosivo de temporada -cosechó el Open de Australia y el Masters 1000 de Montecarlo- en el que Wawrinka aplastaba a sus rivales, el suizo parece no transmitir la misma seguridad que antaño. Paire, procedente de la qualy, saltó a pista sin ningún complejo. Un año atrás, en Montreal, el de Avignon saboreó en sus propias carnes la victoria ante Wawrinka, y parecía que se volvería a repetir. Y es que en el primer juego ya tuvo dos bolas de rotura, pero el buen hacer del suizo impidió que se materializaran.

Muy seguro al saque, Paire se iba anotando sus juegos con suma facilidad. Al otro lado de la pista, un Wawrinka un tanto pesado, incómodo con la situación. Las dudas del suizo se hicieron más visibles en el séptimo juego, perdiendo el servicio en favor de Paire. El francés encontró el premio que tanto ansiaba y, cómo no, no lo desaprovechó. Dos turnos de servicio más y primer set en el bolsillo (6-4).

La reacción de Wawrinka

Wawrinka expulsa toda su rabia. (Foto: AFP)

El cabeza de serie número 3 estaba sufriendo. No conseguía hacer fluir su revés y cometía demasiados errores al servicio -44% de segundos-. Se fue al banquillo y entró de otra forma. Más seguro. Más convencido. Lo que en el primer set era sufrimiento, en el segundo era tranquilidad. Sin dar opción alguna al resto, Wawrinka dio un golpe de autoridad en el sexto juego. Momento clave y paso al frente. Como los grandes. Un solo break para llevar el partido al tercer set.

Su revés estaba fluyendo. Uno de los golpes a una mano más bonitos y productivos del ranking. El arma principal de Stanimal. Cuando funciona, su rival tiene pocas opciones. Pero el de Lausanne empezó a sufrir. Su servicio no era el del parcial anterior y sus golpes encontraban la devolución de Paire. Ya en el cuarto juego tuvo que salvar una bola de break -la cuarta hasta el momento-. Difícil situación, pero logró solventarla y, por arte de magia o premio al sufrimiento, consiguió romper el servicio de Paire.

Con 3 a 2 a favor de Wawrinka y servicio, el público se imaginaba un desenlace plácido para el suizo. Pero nada más lejos de la realidad. Paire, haciendo alarde de un resto agresivo, consiguió devolver la rotura e igualar a tres. Y a partir de aquí se desató la locura. La locura y la tragedia. Tras nueve juegos, el francés se colocó restando para derrotar a Wawrinka. Escenario casi perfecto. Wawrinka, curtido en mil batallas, no se suele poner nervioso. Y se puso. Error en la volea, 30-40 para Paire y match point.

Se mascaba la tragedia, pero los grandes se crecen ante las adversidades. Y Wawrinka encontró una gran desdicha con Paire. Pero supo salir a flote y salvar los muebles. Potente servicio, repitió varias veces y remontó la situación. A partir del match point salvado, Wawrinka se creció. Empezó a cerrar espacios, mover y dominar. Sacó de pista a Paire en el momento más oportuno. El francés estaba desquiciado, cabizbajo. Y se vio en el resultado final del set. 7 a 2 en el tiebreak para Wawrinka (4-6, 6-3 y 7-6), que ya está en octavos esperando a Anderson o a Fognini.