Jugar bien y perder es el mayor de los castigos para un deportista, y mucho más en el tenis. La soledad que se respira sobre la pista, martillea la mente de cada uno de los contenientes, recordando cada oportunidad perdida. El martillo fue implacable con un Raonic que logró sobreponerse a los nervios iniciales, mostrando un gran nivel de juego en un segundo set que nunca se le debió escapar. Sin embargo, enfrente tenía a uno de los mejores de la historia. Roger Federer no da concesiones.

Primer set para olvidar de Raonic

Bajo un ambiente de película en un O2 lleno hasta la bandera, Raonic y Federer se citaron por séptima vez en sus carreras deportivas sobre una pista de tenis. El último precedente databa de tan solo hace 10 días, cuando el canadiense sorprendió venciendo al maestro suizo. La expectación y entusiasmo eran máximos, aunque parecieron diluirse en los primeros compases del encuentro; un Raonic falto de movilidad, errático y apabullado por el contexto (lo que Valdano no dudaría en calificar como miedo escénico), sucumbió en apenas 30 minutos a un juego sólido de Federer.

Reacción sin premio del canadiense

Federer salvó cuatro bolas de break en contra

Sin embargo, la historia cambió repentinamente. Uno de los grandes diferenciales del tenis respecto a otros deportes, es que se da la oportunidad de volver a empezar. Con 0-0 en el electrónico del segundo set, Raonic se desperezó y logró rendir al nivel que mostrara en París-Bercy. El canadiense se mostró implacable al saque e inquietó cada juego al servicio de un Federer, que se agarró a un clavo ardiendo para llevar el encuentro al tiebreak. Tras cuatro bolas de break desaprovechadas, el canadiense no asumió verse disputando la muerte súbita. Unas ligeras dudas al inicio, le condenaron a la derrota. 7-0 en un tiebreak que no hace justicia a lo visto sobre la pista, pero probablemente muestren a la perfección que hay partidos que se pueden ganar también con fuerza mental, no solo con golpes.