Su figura, su rostro, inflige temor entre sus rivales. No importa la ambición ni los objetivos que se marquen sus adversarios, pues él, de la forma más dura, les devuelve a una realidad inevitable. Y si no, que se lo pregunten a Kei Nishikori. El japonés, tras un inicio inmaculado de Novak Djokovic, decidió aguardar su momento. Y este presentó en el segundo acto. El pupilo de Chang, se aferró y tomó el timón del encuentro, castigando y desdibujando al serbio, que por momentos perdió la confianza. Sin embargo, la cabeza y la experiencia se hicieron determinantes en una tercera manga donde el de Belgrado acrecentó las diferencias, y selló su triunfo (6-1, 3-6 y 6-0) alcanzado su cuarta final en una Copa de Maestros.

Djokovic, sinónimo de perfección

El encuentro comenzó con un atisbo de igualdad, que con el transcurso del tiempo se fue disipando. Nishikori, decidido a aguantar todas las embestidas, se apuntó su primer juego al servicio mostrando un fuerte carácter combativo. Sin embargo, el de Belgrado fue creciendo. Cómodo con su servicio (100% de puntos ganados con segundo servicio), pudo centrar todas sus intenciones en el resto. Y ahí ahogó a un impotente Kei. Por mucho que el asiático tratara de reaccionar, los restos largos y potentes de Novak le ponían contra las cuerdas. Esto se tradujo en el marcador, con un break de Djokovic en el cuarto juego (3-1). La perfección del serbio hizo imposible la reacción de Nishikori, que observó atónito como su cedía el set sin sumar un juego más (6-1).

Cambio de escenario

La segunda manga parecía arrancar con el mismo guion, con un Djokovic inmenso al resto, que lograba romper de inicio (1-0) el servicio de su adversario. Todo hacía indicar que el destino del partido estaba decidido, cuando de pronto una doble falta de Nole, causada por la excesiva relajación, permitió al japonés engancharse al partido. Y vaya si lo hizo. Nishikori se soltó y tomó el mando ante un errático Novak, que perdió el control, la confianza y la ventaja (1-1). El escenario cambió por completo, y fiel reflejo de ello era el rostro del tenista balcánico, apagado. Nishikori encontró por fin continuidad en ese tenis tan brillante que posee. Abrió ángulos, y castigó a su rival, alcanzando un break decisivo en el octavo juego, que le permitió sellar el set posteriormente con su servicio (3-6).

Kei Nishikori lamentándose de un error (Zimbio.com)

Vuelta a los orígenes

Nishikori, como ya le sucediera a Djokovic en el segundo parcial, tuvo en sus manos la posibilidad de asestar un golpe definitivo al partido. Dos opciones de break en el primer juego, declaraban que al nipón aún le restaban fuerzas. Sin embargo, en el momento más complicado, Djokovic se reencontró con su mejor servicio, y salió airoso. Algo que propició el resurgimiento del serbio, y que limó las esperanzas del japonés. Pese a no perder la cara al partido, pese a buscar con ahínco la conquista de cada punto, Nishikori en su conciencia ya asumió la derrota. Todo lo contrario al otro lado de la red, donde de nuevo confiante Djokovic tiró de experiencia y cabeza para acrecentar las diferencias hasta endosarle un rosco (6-0).

Con este triunfo, Djokovic alcanza su cuarta final de la Copa de Maestros (tercera consecutiva). El serbio, como ya hizo en todas las anteriores, tratará de imponerse en la final a Roger Federer o Stanislas Wawrinka, que medirán sus fuerzas esta noche (21:00 horas).

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Sobre el autor
Alberto Puente
Redactor en Tenis VAVEL. Pasé seis meses en MARCA. Colaboré en la revista mexicana TennisLife y en Industria del Tenis. Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.