En un artículo anterior, me atreví a establecer una comparación entre Novak Djokovic y el emperador romano, Julio César. Roma es al César lo que el tenis es a Djokovic: un terreno dominado con una tiranía absoluta a la par que insultante.

Territorio inexpugnable

Pero quizá al César con el que debemos comparar al serbio no es el personaje histórico, sino el ficticio creado por René Goscinny y Albert Uderzo, creadores de "Astérix, el Galo". Con este personaje, además de la supremacía incuestionable, Novak Djokovic comparte otro rasgo: la existencia de un lugar inexpugnable, un territorio que ni el más poderoso de los emperadores podía someter. En el caso del "César ficticio" se trataba de un pequeño pueblo al noroeste de la Galia, defendido por unos ciudadanos de tremenda valentía, encabezados por dos simpáticos personajes: Astérix y Obélix. El particular pueblo de Djokovic se llama Roland Garros y su simpático personaje, Rafael Nadal.

Esta resistencia numantina de los galos se debía a una poción mágica que otorgaba a quien la bebía una fuerza sobrehumana. En forma de físico superdotado, de mentalidad ganadora o simplemente de magia, Rafa Nadal también poseía dicha poción. Sin embargo, Nadal este año parece haber olvidado dónde dejó el frasco que la contenía, y esto le convierte en vulnerable diez años después. Por el contrario, las tropas serbias, comandadas por Djokovic, llegan con más fuerza que nunca. Todo ello nos hace pensar en que este año la Galia será por fin conquistada.

Él mismo, su peor rival

Dejando ya a un lado las comparaciones literarias, Novak Djokovic figura como principal favorito en las quinielas de todos los entendidos. Nole llega a la Philippe Chatrier mejor que nunca. Sus casi 5000 puntos de ventaja en el ranking y el haber ganado todo este año así lo evidencian. Djokovic gana hasta cuando juega mal, y cuando un jugador consigue eso se convierte en imparable.

El principal enemigo que Djoker se va a encontrar en la tierra parisina es él mismo y los fantasmas del pasado. El serbio sabe que este año la derrota no es una opción, y la presión que eso conlleva puede jugarle una mala pasada. En Roland Garros y contra Nadal, Djokovic ha perdido partidos inexplicables, y eso pesa.

Es obvio que olvidar a Rafa Nadal sería pecar de imprudencia. Aunque el de Manacor llega en el peor momento de su carrera, la conexión entre Rafa y París escapa de lo racional. Ambos mantienen un idilio como nunca antes se ha visto en el tenis, encaminado ya a cumplir una década. Podemos decir que un milagro para Rafa en París sería posible, pero si Djokovic está al nivel que se le presupone quizá haga falta algo más que un milagro para que el español alze la Copa de los Mosqueteros al cielo parisino por décima vez.

El azar ha querido que la batalla final entre estos dos colosos sea antes de lo deseable, concretamente en la ronda de cuartos de final. Este hecho no gusta a ninguno y supone un plus de presión para los dos.

El emperador ya está en París, ha afilado sus garras y sus armas. La Torre Eiffel espera impasiva a que comience la guerra. Quedan horas...

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