Un saque prodigioso, una derecha imponente, calidad en la red, una de las mejores dejadas del circuito y, en definitiva, talento mucho talento. Pero esto no basta. Puede parecer una quimera afirmar que todas estas cualidades no sirven por sí solas para determinar que un jugador esté entre los mejores del mundo. Jerzy Janowicz desafía a toda lógica, y afirma la teoría de que si la azotea no está ordenada, y los cimientos no son sólidos, el edificio se puede venir abajo.

Su irrupción en la élite del circuito ATP fue meteórica. En apenas una semana, Janowicz pasó de ser un completo desconocido para el gran público, a jugar la final del Masters 1000 de París-Bercy, venciendo a jugadores como Cilic y Murray. Supuso un influjo de ilusión para muchos, que tan solo pareció ser confirmado con sus semifinales en Wimbledon 2013. Pero lo que aparentaba ser el inicio de una carrera prometedora, ahora parece abocado al desastre.

Janowicz no está sabiendo gestionar su talento

El problema de Jerzy es claro; la mentalidad. No es capaz de mantener un ritmo de juego constante, no sabe elegir bien los golpes en cada punto, y se evade de los partidos con facilidad. Azotea desordenada, con puertas abiertas que generan corriente y permiten la irrupción de ideas negativas cada vez que las cosas se tuercen.

No se aprecia progresión en el juego de Janowicz

Para encontrar la solución a ésto, solo se puede recurrir a los cimientos, a reestructurar el edificio. Jerzy abusa de las dejadas, abusa del saque y abusa de su drive, pero no parece haber avanzado en otras facetas del juego. Si hay alguien responsable de ésto, además de él, es su entrenador. Tim Tiilikainen fue el que llevó al polaco a darse a conocer, pero el estancamiento en el tenis de éste es muy notable.

Jerzy necesita un cambio, aire fresco con la potestad para decirle claramente que, solo mediante el trabajo puede revertir la situación actual. Con doce partidos ganados y diez perdidos, la temporada de Janowicz es gris, mediocre. Relegado ya al 50 del mundo, Janowicz no parece que pueda encontrar soluciones si no sale de su zona de confort.

El sufrimiento ante un jugador con cierta solidez es muy elevado. Así le ocurrió frente a Philippe Kohlschreiber, un arquitecto del tenis al que no se le caen los anillos por reconvertirse a obrero. El talento que destila la raqueta del teutón no es óbice para que pelea cada punto como si fuera el último, y sepa elegir bien sus tiros. Siempre está en los grandes torneos, y no son pocas las sorpresas que ha dado a lo largo de su carrera.

Kohslchreiber en Sttutgart 2015. Foto: mercedes-cup

Con un contundente 6-4 6-4, Kohlschreiber resolvió el encuentro ante Janowicz en Stuttgart casi sin despeinarse; cedió una vez su saque únicamente, y no tuvo problemas para tomar la iniciativa de los puntos durante su servicio. Permanece en liza el alemán, que protagonizará un duelo muy apetecible para el espectador en los cuartos de final; ni más ni menos que contra Gael Monfils. Continúa la versatilidad y el aprendizaje continúa; se marcha de Stuttgart el talento incontrolado y mal gestionado. Continúa Kohlschreiber; se marcha Janowicz.