Wimbledon y el color blanco van de la mano. Las diversas teorías acerca de la "psicología del color" se centran en la relación que los seres humanos establecen entre los colores y los conceptos que estos les evocan. Así, el rojo es sinónimo de pasión y el verde se asocia con la esperanza. El blanco, originariamente relacionado con la pureza, es también una referencia al torneo más antiguo del mundo, a la catedral del deporte de la raqueta, al lugar donde todo tenista sueña llegar. A Wimbledon, en definitiva.

Quizá ambas evocaciones, pureza y Wimbledon, esten estrechamente relacionadas. Pues Wimbledon es pureza. El tenis en su estado puro. El tenis y nada más.

En un mundo dominado por las marcas, el torneo del All England Lawn Tennis & Croquet Club, ha sabido aislarse de lo que dictan los mercados y envolverse en una burbuja de tradición y clasicismo, que encuentra en las níveas vestimentas su máxima expresión.

Una tradición centenaria

Ya en las primeras ediciones del legendario torneo, el blanco era el color predominante en una gama de prendas que iba desde los pantalones de vestir para ellos hasta las faldas hasta los tobillos para ellas.

Año tras año, Wimbledon se convertía en una auténtica pasarela de moda, en la que algunas jugadoras como Suzanne Lenglen se atrevieron a innovar. La legendaria tenista francesa, mujer adelantada a su tiempo e icono de la moderninad, apostaron por faldas más cortas y mangas al descubierto, respetando siempre un atributo invariable: el color blanco.

Hoy, 138 años después de la primera edición, el purismo, muy lejos de extinguirse, va a más. Las directrices al respecto son claras y se endurecen cada año. Tanto los participantes como las fabricantes son advertidos de la obligación de llevar vestimentas "predominantemente blancas". Sin embargo, el pequeño resquicio de libertad dejado por el término "predominante" va haciéndose cada año más y más pequeño, lo que en ocasiones supone una molestia para los jugadores y, sobre todo, las marcas.

Foco de polémicas

En los últimos años, Wimbledon se ha caracterizado por un cierto "aperturismo". Ha sido capaz de "flexibilizar" las tradiciones sin abandonar nunca el aura de solemnidad que da un toque mágico al torneo.

Al contrario que el resto de las costumbres, la obligatoriedad de vestir de blanco inmaculado se ha ido endureciendo a lo largo de los años. En la historia ha habido casos aislados de jugadores descontentos con esta norma, como Andre Agassi. El de Las Vegas, caracterizado por sus "peculiares" vestimetas, intentó sobreponerse a la norma en su juventud, pero le salió el "tiro por la culata". Y es que hasta el más inconformista debe someterse a los dictados de Wimbledon.

No obstante, en los últimos tiempos, y más concretamente en la última edición, la excesiva rigurosidad de la organización ha provocado que las quejas de los jugadores adquieran un matiz generalizado. Paradójicamente, el blanco de las vestimentas se ha convertido en el "blanco" de las críticas.

En 2014, fueron varios los tenistas que denunciaron unas inspecciones tildadas de "inquietantes", "raras" y "ridículas" en los vestuarios. Los polémicos registros tenían el objetivo de advertir a los jugadores y jugadoras de la necesidad de respetar el blanco hasta en la ropa interior, así como en las suelas de las zapatillas.

Jugadores como el español Marc López o Marinko Matosevic fueron adevertidos por la organización debido al uso de ropa interior de color que se transparentaba debido al sudor.

En el circuito femenino, Caroline Wozniacki se erigió como la portavoz de aquellas jugadoras decontentas con el comportamiento del torneo, que incluso obligó a algunas tenistas a jugar sin sujetador, como la tenista local Naomy Brady.

Una curiosa excepción, Londres 2012

Cuando la delegación de los Juegos Olímpicos de 2012 anunció que Wimbledon sería la sede del tenis olímpico, la inexpugnable tradición del All England iba encaminada a romperse durante unos días. Rojos, azules y una innumerable gama de colores inundaban las instalaciones de un club británico que por momentos resultaba irreconocible.

Pasarán los años, evolucionarán las marcas, las raquetas. El tenis será muy diferente a como lo conocemos hoy en día. Los jugadores serán más fuertes, correrán más, desaparecerán los artistas. Pero si hay algo que permanecerá inmutable con el paso del tiempo, será Wimbledon y sus tradiciones, especialmente la del blanco en las vestimentas.

Ahora bien, el pursimo del torneo londinense llevado al extremo puede resultar incómodo e, incluso, ofensivo para los jugadores. Y de loa que no cabe duda es que ninguna tradición está por encima de la integridad de las personas. Wimbledon, sin abandonar el "blanco por bandera", deberá aflojar la mano si no quiere que las críticas vayan a más año tras año.