Tomas Berdych es un fijo entre los mejores tenistas del planeta desde hace ya una década. Espigado y vertical, este deportista nacido en la localidad (por aquel entonces) checoslovaca de Valasske Mezirici hace algo más de 29 años ha logrado encontrar un ritmo fijo, un piñón irrefrenable que lo ha catapultado a una élite que todavía no parece dar indicios de pretender abandonar próximamente. Sin embargo, desde que con apenas 20 años arrasase en el Masters 1000 de París y se abriese paso sin complejos entre las estrellas de la ATP, Berdych se ha consolidado como un tenista perdedor por naturaleza.

La primera e innegable muestra de su incapacidad para resolver situaciones límite es su escasa suma de títulos a nivel ATP. Berdych, pese a acumular una década batallando en los grandes torneos contra los tenistas más relevantes de su época, apenas ha logrado hacerse con diez entorchados a lo largo de su carrera deportiva, algo más sangrante todavía si se tiene en cuenta su porcentaje de finales ganadas (10/26), muy inferior al de sus compañeros generacionales y rivales sobre la pista.

El maestro de la constancia

El mecanismo que ha empleado Tomas Berdych para mantenerse en la más pura élite pese a su escasez de títulos no ha sido otro que el de su pulcra y mecánica regularidad, verificada al haber participado en las últimas cinco ediciones de las ATP World Tour Finals de Londres acreditado como uno de los ocho mejores tenistas del mundo. Todo ello sin haber ganado ningún Grand Slam y con un palmarés en Masters 1000 que se quedó estancado en aquel París de 2005.

Desde entonces, el checo ha disputado tres finales en la segunda categoría más importante del circuito, siendo la última ocasión en la que alcanzó dicha ronda este mismo año en el ATP Masters 1000 de Montecarlo, en la que cayó ante Novak Djokovic. Una cantidad nimia comparada con la brutal suma de 19 presencias totales en semifinales de Masters 1000, habiendo saldado tan solo cuatro de ellas con victoria.

En lo referido a Grand Slams, Berdych acumula cinco presencias en semifinales, habiendo alcanzado dicha ronda en los cuatro majors y sólo habiendo repetido en el Australian Open, en el cual este año defendió la condición de semifinalista obtenida el pasado curso. En esta ocasión, su porcentaje de victorias vuelve a ser reducido, limitándose a la conseguida en la edición de Wimbledon de 2010, cuando derrotó a Novak Djokovic para acceder a una final en la que a la postre caería derrotado sin excesivas dificultades por el español Rafael Nadal.

Sin embargo, aquella victoria ante Djokovic, precedida por un épico triunfo en cuartos de final ante todo un Roger Federer sobre el césped londinense, sigue manteniéndose como la más grande de la carrera de un tenista checo cuyos mayores éxitos se han encontrado en una Copa Davis de la que ha logrado ser bicampeón al imponerse representando a la República Checa en sus ediciones de 2012 y 2013.

Renovarse en pleno estancamiento

Tras un 2013 que frenó por completo su explosión en el plano individual y un 2014 que, pese a contemplar una cierta mejoría, tampoco satisfajo las aspiraciones de Berdych, el tenista checo se hizo, de cara al comienzo de este 2015, con los servicios de Daniel Vallverdú, el joven entrenador español que había llevado a Andy Murray a convertirse en campeón olímpico y romper con 77 años sin campeones británicos en Wimbledon.

Con la llegada de Vallverdú, la mejoría de Berdych ha sido obvia. Durante toda la temporada inicial de pista dura, el checo obtuvo grandes resultados, pese a no lograr alzarse con ningún título que reivindicase su línea ascendente. Tras caer en la final de Doha en la primera semana de competición ante David Ferrer, Berdych ejecutó un espléndido Australian Open, alcanzando las semifinales tras derrotar con una solvencia espectacular a Rafael Nadal en cuartos de final y cayendo ante un imperial Andy Murray en su camino a la final.

Antes del comienzo de la temporada de Masters 1000, Berdych todavía disputaría dos ATP 500 en Rotterdam y Dubai, cayendo respectivamente con Stanislas Wawrinka en la final del torneo neerlandés y con Novak Djokovic en las semifinales de Dubai. El nivel de Berdych se mantuvo impertérrito a partir de ese momento, sin ceder un ápice ante los tenistas teóricamente inferiores a él, pero sin lograr imponerse a aquellos ubicados un peldaño por encima de su nivel. Los cuartos de final ante Federer, las semifinales ante Murray y la final ante Djokovic fueron su respectivo techo en Indian Wells, Miami y Montecarlo.

Desde que alcanzó la final en el principado monegasco, el nivel de Tomas Berdych se ha visto ligeramente mermado con respecto a los primeros meses de competición. En Madrid, el checo cayó ante Rafael Nadal con contundencia en semifinales, mientras que en Roma, tras ganar sufriendo en octavos ante el local Fabio Fognini, presenció una exhibición del suizo Roger Federer que lo secó en cuartos. La culminación de su temporada de tierra batida no fue más satisfactoria, saldándose con una relativamente inesperada derrota en octavos de Roland Garros ante un fiero Jo-Wilfried Tsonga que lo barría de la Philippe Chatrier sin contemplaciones.

Poco rodaje sobre césped

La gira sobre hierba previa a Wimbledon de Tomas Berdych se ha limitado, como la de muchos de los top ten, a la semana de los ATP 500 de Halle y Queen's, en la que el checo compitió sin mayor éxito en el torneo germano. Dos victorias peleadas ante el dominicano Víctor Estrella Burgos y el joven croata Borna Coric fueron insuficientes al caer en cuartos ante el también croata pero mucho más veterano Ivo Karlovic, un rival siempre competitivo y peligroso sobre césped. De esta forma, Berdych se presenta en la cita londinense con apenas tres partidos disputados sobre la superficie más anómala de la temporada y la que un mayor proceso de adaptación requiere.

El tenis de Tomas Berdych, sin embargo, se adapta con facilidad a las superficies rápidas. Sus virtudes residen, de hecho, en la velocidad frenética que es capaz de imprimir a los intercambios, empleando su derecha plana como un recurso ganador y su servicio (uno de los mejores del circuito ATP) como un seguro de vida. La presencia de restadores del talento de Andy Murray, Novak Djokovic o el propio Rafael Nadal y de tenistas de extrema capacidad técnica como Roger Federer o Stanislas Wawrinka contrasta fuertemente con la potencia de un Berdych que buscará hacer valer su vigorosidad para llegar lejos en el torneo.

El camino del checo hacia el título no estará exento de obstáculos, algunos a priori sencillos de esquivar y otros ante los que tendrá que sentar cátedra sobre sí mismo para poder sobrevivir. Berdych debutará en Wimbledon ante nada menos que el francés Jeremy Chardy, octavofinalista en Roland Garros hace apenas tres semanas y un tenista siempre complicado de batir en cualquier superficie. Una hipotética segunda ronda enfrentaría al checo con otro tenista galo, en esta ocasión todo un especialista como Nicolas Mahut, campeón en 's-Hertogenbosch hace dos fines de semana.

En caso de superar a Mahut, a Berdych lo esperaría en tercera ronda un hipotético cruce con el manchego Guillermo García López, seguido por un nada deseable duelo ante Gael Monfils o Gilles Simon. Unos teóricos cuartos de final ante Federer harían las delicias del espectador al reeditar el encuentro de 2010 en el que se impuso el checo, y en las dos rondas finales esperarían los dos grandes favoritos al título: Andy Murray y Novak Djokovic. Un camino complejo y lleno de recobecos en el que Berdych tendrá que vencer a los mejores tenistas del mundo pero, sobre todo lo demás, lograr de una vez vencerse a sí mismo.