Hasta el mejor paseo por la playa llega a las rocas... y eso que Hewitt es un caminante incansable y ha transitado por una kilométrica costa, con muchos obstáculos pero también con muchas alegrías. Ha sido un camino satisfactorio, y sobre todo, ejemplar. Con esta metáfora puede entenderse el ocaso de la carrera de Hewitt; el australiano ama este deporte, y su amor se trasluce en el empeño que demuestra cada año por continuar siendo competitivo.

Pero ya no da más. Todo se acaba. Hay jugadores que nadie desearía ver en esta situación. El tenis no será lo mismo sin él... pero no adelantemos acontecimientos. Aún queda esperanza, un último resquicio. Hewitt se despedirá de la raqueta en el Abierto de Australia 2016. Hoy lo hizo de Wimbledon. Un torneo legendario que dice adiós a un jugador de leyenda, con un carisma desbordante y que se erige en un ejemplo para todo niño.

Hewitt amplía el mito en la derrota

Hay jugadores que agrandan su figura cuando peor vienen dadas. El máximo exponente de esto es Lleyton Hewitt. El espectador sabe discernir entre el jugador que transita por las pistas y el que se deja la vida; el que juega por dinero o el que lo hace por amor. Y es que da la sensación de que Hewitt necesita el tenis como el respirar, y que si tuviera que renunciar a dinero por seguir jugando, lo haría. Pero no hay dinero que pueda pagar la poción de la eterna juventud.

El otrora vencedor en Wimbledon 2012, luchó ante Nieminen como si se estuviera jugando el título. El cuadro arrojó la posibilidad de que el último partido de Lleyton fuera frente a Djokovic, en la central, con todos los honores...pero no fue así. Él nunca fue un tipo que siguiera los estándares; siempre rebelde, siempre contra el poder establecido, y aunque lo ha intentado con todas sus fuerzas, su despedida ha sido más auténtica; sin tanto boato. La pista 2, acogiendo en su seno a un grupo de Fanatics que ponen la piel de gallina a cualquiera, ha presenciado como si de un atardecer en Ibiza se tratara, cómo el tenis de Lleyton se apagaba.

Rindió a gran nivel los tres primeros sets, sacando fuerza de flaqueza en el tercero. Lleyton sigue siendo capaz de hacer maravillas cuando está fresco. Aunque sus golpes no sean tan incisivos como los de los jugadores contemporáneos, tiene recursos de sobra para jugar un gran tenis. Y lo hizo.

Hewitt se desinfló en el cuarto set y tiró de corazón en el quinto

Tras ganar el tercer set llegaron los achaques. El cuerpo no engaña, y pide ya una tregua a Lleyton. Sólo el corazón parece atreverse a continuar jugando, y Hewitt acostumbra a escucharle más que al resto de su anatomía. Tras perder 6-0 el cuarto set y ser atendido por el fisio del torneo, Hewitt tiró de corazón y llevó al límite tanto a su rival como a sí mismo.

Jarko Nieminen en Wimbledon. Foto: www.wimbledon.org

Fue el australiano break arriba en dos ocasiones, pero no pudo cerrar un encuentro ante un encorajinado Nieminen. El finés hizo caso omiso al ambiente hostil para sus interés, y cuajó un gran partido. Gran mérito el de este jugador de 34 años, que está en plena fase final de su carrera también, y que aprovechó cierta debilidad física de Lleyton para llevarse el partido.

Fanatics australianos en Wimbledon. Foto: www.wimbledon.org

Sin embargo, hoy hubo dos vencedores. Así es de bonito el deporte. Se puede ser un campeón en la derrota, y Lleyton lo ha sido. Sus gritos de "come on" ya no resonarán en el All England Lawn Tennis Club, ni su característico gesto con el que de joven intimidaba a sus rivales y en los últimos años emocionaba al público, ni su tenis romántico y variado. Wimbledon dedicó una sonora y emotiva ovación a un Hewitt que ya no volverá a pisar el verde. Adiós Lleyton Hewitt. Adiós leyenda.