Nunca antes se habían enfrentado sobre una pista de tenis Marin Cilic y Borna Coric. Curioso, cuanto menos, aunque también lógico. Y es que el segundo apenas está a punto de cumplir los 19 años. Mientras Cilic, pese a sus 27 años, acumula ya una década navegando a través de los puestos de honor del ranking ATP, su joven compatriota ha empezado este mismo año a acudir a ellos con regularidad. Con el veteranísimo Ivo Karlovic de por medio, ellos son dos de los tres top 100 con los que cuenta un país como Croacia, La Croacia de Goran Ivanisevic, de Ivan Ljubicic y de un Mario Ancic que ya ha sido superado sobradamente por Cilic.

Para un Marin Cilic que todavía pretende seguir sintiéndose lo joven que le corresponde, enfrentarse a Borna Coric era todo un reto. Y es que, pese a su juventud, su rival contaría con nada menos que ocho años de edad menos que él, además del obvio hecho de ser de su misma nacionalidad. Una derrota ante Coric no sería una derrota más y el nacido en Medugorje lo sabía ya antes de que la pelota comenzase a sobrevolar la red y la batalla explotase. Para mayor incidencia, Marin Cilic llegaba a la segunda ronda del torneo tras sufrir excesivamente ante el local Di Wu, quien, Wild-Card en mano, a punto había estado de echarlo del torneo en el tie-break del tercer set. La misma suerte había corrido Coric en su primer duelo ante Dolgopolov, pese a que su victoria tenía un sabor opuesto al de la de Cilic por razones obvias.

Pese a pertenecer a la escuela croata, lo cierto es que Borna Coric en poco o nada se asemeja al perfil de tenistas balcánicos al que tan bien se adecúa el juego de Cilic. Ajeno a toda potencia y verticalidad, el joven tenista se desenvuelve mucho mejor en intercambios rápidos y siempre desde el fondo, como todo buen terrícola. Un tipo de tenista que haría muchísimo daño a Cilic sobre a arcilla pero que, a priori, no tendría por qué preocuparlo sobre la rapidísima superficie de Shanghai

El encuentro comenzó de forma sorprendente con Marin Cilic arrollando sin ningún tipo de piedad a un Coric completamente desubicado. La derecha de Cilic era un martillo. Un martillo eficaz que no erraba, que lo dominaba todo. El de Zagreb intentaba defenderse pero era inútil ante el ciclón que se presentaba ante él. Al resto, Coric no podía ni toser ante la eficacia y la desmedida potencia de Cilic. Al saque, se mostraba endeble hasta el punto de que su rival comenzaba a encadenar un break tras otro, situando la primera manga en un atronador 6-1 antes de que Coric pudiese apenas darse cuenta.

Manotazo a manotazo, Marin Cilic avanzaba hacia los octavos de final del penúltimo Masters 1000 del año y nada parecía poder evitarlo. Al inicio del segundo set, Coric intentaría agarrarse a un clavo ardiendo, peleando cada punto hasta exprimir sus últimas posibilidades pese a saberse claramente inferior a su rival. Esta estrategia le duró dos servicios. A partir de ahí, Cilic volvió a martillear, celebrando cada winner con su tímido puño al alza, como lo hacen los campeones que no necesitan alardear de su condición. 6-1, 6-2 y a otra cosa.

Con su portentosa actuación y su billete a octavos de final, Marin Cilic conseguía varias cosas. En primer lugar, espantar los fantasmas generados por su duelo titubeante ante Di Wu. En segundo lugar, acallar los rumores de regeneración en el tenis croata reivindicándose como la única y verdadera estrella del tenis de su país. Por último, y más importante que ninguna otra, recuperar la confianza perdida en un partido que, para él, supondrá una buena dosis de adrenalina para afrontar el resto del torneo. Su próxima parada se determinará mañana en el duelo entre Viktor Troicki y Stan Wawrinka.