Trabajo, constancia, y esfuerzo. Estos han sido, y serán, los mandamientos de aquel niño de Manacor que a base de raquetazos se convirtió en leyenda. A pesar de poseer una técnica inferior al resto de grandes jugadores, su privilegiada cabeza, acompañada de unas piernas de acero, le permitieron derrotar a todos ellos, escribiendo con letras de oro una historia que ya todos conocemos.

Tras una década en la que Rafa solo había conocido el dulce aroma del éxito, llegó 2015, y con él un frenazo en seco a una carrera meteórica. Las piernas y, sobre todo, la cabeza dejaron de funcionar, y aquella máquina de ganar torneos llamada Rafael Nadal quedó desconectada, en stand by.

En la otra cara de la moneda, el que había sido su máximo rival en los últimos años, se erigía como rey absolutista del universo de la raqueta: Novak Djokovic, el hombre que de un año a esta parte no encuentra rival.

El destino, caprichoso por definición, ha querido unirlos en el final Nadal ha perdido 7 de sus últimos 8 duelos ante Djokovicde una temporada tan diferente para ambos. Londres vivirá la edición número 46 de la rivalidad más longeva del tenis, un encuentro cuyo resultado puede marcar el devenir del futuro de nuestro deporte.

Nadal y la vuelta a los orígenes

Hace apenas unas semanas, las posibilidades de Rafa Nadal en un partido de estas condiciones serían prácticamente nulas. Y aunque a día de hoy siguen siendo bajas, pensar en una posible victoria del español no parece tan alejado de la realidad. A su favor juega la ausencia de presión que supone saberse inferior al indiscutible líder del año.

Fotografía: zimbio.com

Contra todo pronóstico, Nadal ha subido sus prestaciones en el tramo de temporada que, históricamente, peor se le había dado. El balear, que parece haber dejado atrás los problemas de confianza, vuelve a disfrutar del deporte que le hizo grande. La victoria ante Murray, primera ante un miembro del Big Four desde Roland Garros 2014, es el primer gran logro del español esta temporada.

El campeón de 14 Grand Slams vuelve a ser una montaña para sus rivales. En esta partida de ajedrez que es el tenis, el mallorquín es quien vuelve a entonar el "jaque mate".

El Djokovic menos divino

La esperada victoria de Djokovic en el Masters 1000 de París, su sexto del año y décimo título de la temporada, desató toda una corriente de pesimismo y quejas ante lo que muchos calificaban como "un circuito aburrido y sin emoción".

La Copa de Maestros de Londres se preveía como una exhibición más del serbio, la guinda a un 2015 inmaculado. Sin embargo, la imagen de Djokovic sobre el tapete del O2 Arena puede calificarse como la peor del año, especialmente en la contundente derrota ante Roger Federer. El tropiezo ante el Genio de Basilea ha hecho daño a Djokovic, y su burbuja de imbatibilidad parece estar pinchada. El partido ante Berdych, a pesar de la cómoda victoria, no despeja las dudas.

Fotografía: zimbio.com

El muro en el que se había convertido Djokovic parece mostrar las primeras, y aún diminutas, grietas. Es por esto huecos, esencialmente mentales, por los que el renovado Nadal debe colarse y llevar a cabo su particular gelifracción.

Rebelarse o sucumbir

Sea cual sea el resultado, el partido entre los dos últimos reyes del tenis mundial marcará un antes y un después. El panorama no será igual después del partido de mañana.

Una victoria de Nadal sería la confirmación definitiva de que el gladiador está de vuelta, un auténtico golpe de estado contra la tiranía serbia del nuevo orden tenístico mundial. Por el contrario, si es Djokovic quien accede a la final, el pinchazo ante Federer cobrará un matiz anecdótico y las ilusiones de los seguidores de Nadal volverán a ser contenidas.

Fotografía: ATP Finals

Rebelarse o sucumbir. Tiempos de cambio o inmovilismo. Mañana, la solución.