Parece claro que el destino de Gran Bretaña en esta final de Copa Davis pasará, esencialmente, por la raqueta del escocés Andy Murray. El número dos del mundo ha acaparado todos los focos de cara a la última ronda de la competición, que se disputará este fin de semana en la ciudad belga de Gante. Lo cierto es que es lógico, dado que Murray ha ganado los últimos seis partidos de Gran Bretaña en la Davis, concretamente los tres de cuartos y los tres de semifinales que permiten al equipo isleño participar en la final del torneo.

Sin embargo, a diferencia de las rondas previas, a partir de este viernes el combinado británico podrá contar con una segunda carta de mayor entidad (sin olvidar la importantísima y titánica victoria cosechada por James Ward ante John Isner en octavos de final). El segundo de abordo de Murray en la final será el joven Kyle Edmund, a saber, la gran promesa del tenis británico. Nacido en Sudáfrica pero residente en Inglaterra, Edmund ha irrumpido con fuerza en este 2015 en el top 100 del ranking ATP, realizando actuaciones de mérito sobre superficies diversas.

Versátil y potente, aunque inseguro

La raza de Kyle Edmund es la de un golpeador nato. El inglés es un tenista que atesora un potencial tremendo en su raqueta, si bien, a sus 20 años de edad, todavía no ha sido capaz de exprimirlo al máximo. En su tenis se pueden apreciar rasgos que podrían auparlo, quizá en un periodo de tiempo no tan largo, a una plaza del ranking muy superior a la que ocupa actualmente, situado en el puesto 100 de la clasificación y teniendo el 99 como su techo personal. Pese a ello, cabe apreciar el claro incremento en su rendimiento a lo largo de este 2015, el cual empezó ubicado en el número 194 de la ATP.

La característica que define en mayor medida a Kyle Edmund es su potencia. Su servicio, cuando está acertado, es un arma verdaderamente potente, dada tanto su altura como su capacidad para ejercer una violenta palaca con su brazo derecho. Este último rasgo afecta también a que su golpeo con la derecha, mayormente en estático, sea descomunal, siendo especialmente violento su golpeo de arriba hacia abajo en situaciones de ventaja sobre la pista. A Edmund le gusta adueñarse de los intercambios y, pese a no ser un tenista especialmente rápido, sí se puede considerar que sea un más que digno contrincante en intercambios largos desde el fondo de la pista.

El golpeo con la derecha de Edmund es su principal virtud (Foto: Julian Finney / Getty Images).

Además de su desmesurada potencia en el golpeo, la cual se convertirá a buen seguro en un peligro para las grandes raquetas en cuanto sea capaz de gestionarla, Edmund también destaca por su versatilidad a través de las diferentes superficies. Si bien su juego, por definición rápido y dinámico, se adapta a la pista dura mejor que a cualquier otra, lo cierto es que el británico se encuentra también cómodo sobre hierba dada su depurada técnica y, lo que es más importante, sobre arcilla (ya que será sobre ella donde se disputará la final). Edmund se adapta bien a la tierra debido a su espléndido golpeo en estático, además de verse beneficiado por la ralentización de los golpeos de sus adversarios, ante los cuales tiene más posibilidades de defenderse dada su escasa velocidad. El único contratiempo que supone la arcilla para Kyle Edmund es que, sobre ella, su saque pierde en efectividad al basarse más en la potencia que en el efecto que imprime a la pelota.

Agazapado en la retaguardia

Durante este 2015, el británico ha logrado llevarse sus tres primeros títulos Challenger, al vencer en Hong Kong el pasado mes de febrero, en Binghamton en julio y en Buenos Aires hace dos semanas. Estos tres triunfos son una muestra más de su versatilidad, ya que los dos primeros fueron sobre superficie dura y este último sobre tierra, venciendo a verdaderos especialistas en esta superficie como los argentinos Carlos Berlocq, Horacio Zeballos y Renzo Olivo. En lo referente al circuito ATP, su única victoria del año tuvo lugar en Roland Garros, donde venció en primera ronda al francés Stéphane Robert en cinco sets. Tanto en el Grand Slam francés como en el Open de Australia, fue capaz de ingresar al cuadro principal a través de la previa, haciéndolo en Wimbledon debido a una Wild-Card de la organización. En el US Open, por su parte, cayó en tercera ronda de la fase clasificatoria ante el japonés Yoshihito Nishioka.

La debilidad de Edmund puede ser un arma de doble filo para Bélgica (Foto: Graham Denholm / Getty Images).

La debilidad de Edmund puede ser un arma de doble filo para Bélgica (Foto: Graham Denholm / Getty Images).

Siendo honestos, sus oportunidades en un duelo contra un tenista tan adaptado a la tierra batida, con tantos galones y con un tenis tan dinámico como David Goffin son reducidas. Más allá de sorpresas circunstanciales, el belga debería resolver su encuentro ante Edmund, el cual en teoría se disputará el viernes, con relativa facilidad. Sin embargo, ante Steve Darcis, las posibilidades de que Edmund sea capaz de hacer daño son algo mayores. Visto su buen rendimiento en Buenos Aires y ante un tenista sin especial predilección por la arcilla (pese a que el tenis de Darcis sea relativamente similar al de Goffin, algo más eléctrico quizá), Edmund podría convertirse en el dinamitador de una eliminatoria en la que, para los intereses belgas, es fundamental que pierda sus dos partidos.

La presencia de Andy Murray como un práctico seguro de vida en el individual, y partiendo de que el de Dunblane gane sus dos encuentros individuales, la presión sobre los hombros de Edmund se verá notablemente reducida. El joven jugador natural de Johannesburgo se verá, pues, con la absoluta libertad para desarrollar su tenis sobre la arcilla de la Flanders Expo de Gante. Con la totalidad de la responsabilidad depositada sobre los hombros de Murray, Edmund llega como el outsider que, casi sin quererlo, puede contribuir de forma clave a que Gran Bretaña gane su primera Copa Davis desde 1936. Y, ya de paso, también consolidarse como el futuro de una selección que puede estar a punto de vivir su gran momento de gloria.