Algo está cambiando en el circuito. Es una mala época para los jóvenes, no solo en el mundo laboral, sino también en el tenístico. El excelso nivel reinante en la última década y el buen estado físico de los treintañeros, hace perdurar su hegemonía, haciendo que los jóvenes tarden más en salir del cascarón.

Milos Raonic es uno de los alumnos aventajados que ya ha llevado a cabo serias escaramuzas, pero parece haberse marcado 2016 como el año para dar un salto cualitativo. Tras romper relación profesional con Ljubicic y contratar a Moyá, al canadiense se le ve otro aire sobre la pista. Más polivalente, más maduro e igual de letal con el servicio.

Habiendo firmado ya la actuación mínima exigible para un jugador de su ránking, al llegar a octavos de final, tenía ante sí la oportunidad de certificar sus buenas sensaciones. La víctima fue un Stan Wawrinka algo pesaroso al resto, que creyó que podría ganar el partido aprovechando los nervios de Raonic en momentos cumbre y su aura de campeón de Grand Slam, pero se topó con un ave fénix que resurgió de sus cenizas.

Partido brillante de ambos

Fue un encuentro magnífico, en el que ambos se mostraron realmente acertados. Terminaron el partido con más golpes ganadores que errores no forzados, lo que muestra a las claras la efectividad de ambos. Sabían de la importancia de este partido, y jugaron en consonancia, mostrando su mejor tenis. 

La primera manga se definió por un detalle; Raonic estuvo inconmensurable al servicio y aprovechó un ligero despiste de Wawrinka para romperle el servicio. En un visto y no visto, el canadense se había hecho con la primera manga. Mucho más abierto estuvo el segundo parcial, aunque el resultado fuera el mismo. Y es que Raonic logró romper el servicio hasta en tres ocasiones a un Wawrinka algo dubitativo en momentos cumbre.

Wawrinka en Australia. Foto: australianopen.com
Wawrinka en Australia. Foto: australianopen.com

Con una ventaja de dos sets, el canadiense no pudo evitar una cierta relajación. Wawrinka no se precipitó y siguió a lo suyo, esperando cualquier mínimo resquicio por el que colarse. Y ese resquicio apareció en el undécimo juego, cuando Milos dudó. El suizo estuvo muy acertado y se llevó la tercera manga.

Mucho más dramática fue la pérdida del cuarto set para Raonic. El canadiense llegó a tener hasta seis bolas de break, y tras no poder aprovechar ninguna, vio cómo Wawrinka daba un zarpazo al partido mediado el set y le rompía el saque. Pudo mantenerlo hasta el final el de Lausana, aunque no exento de sufrimiento, y llevó el duelo a la quinta y definitiva manga.

Monfils será el rival de Raonic en cuartos de final

Se podía esperar un cierto hundimiento moral de Milos, pero nada más lejos de la realidad. Volvió a servir a las mil maravillas y no dio ninguna opción al suizo. Algo hastiado por su falta de oportunidades al resto, el helvético dejó escapar un juego al servicio, y no pudo reaccionar. Partido para Raonic y decepción para Wawrinka. Sorpresa relativa en Melbourne.