”Murray se casó y ganó muchos partidos, Djokovic también; yo en cambio le di la vuelta", señaló el alicantino, que como si de un mal presagio se tratara, después de que el de Javea contrajera nupcias en noviembre, no le ha ido igual.

Ferrer cayó en la primera ronda en Doha (ante Illya Marchenko), semifinales en Auckland (ante Jack Sock), cuartos de final en el Open de Australia (ante Andy Murray), semifinales en Buenos Aires (ante Nicolás Almagro), cuartos de final en Río de Janeiro (ante Dominic Thiem) y octavos de final en Acapulco (ante Alexandr Dolgopolov) donde defendía corona. 

Ferrer decidió no participar en Indian Wells para volver a España a descansar.

Sin embargo, el paso por su tierra no sirvió como punto de inflexión, ya que el octavo cabeza de serie fue eliminado por el francés Lucas Pouille en la tercera ronda del Master 1.000 de Miami al perder por 6-7(1) y 7-6(4) y 7-5 tras desaprovechar, incluso, un punto de partido.

Este no es el Ferrer al que estamos acostumbrados, si bien es cierto que nadie le ha pasado por encima en las derrotas, esos partidos con el marcador ajustado eran su especialidad, donde imponía su garra española y conseguía llevarse las victorias. Pero justamente esos partidos largos, que por su estilo de juego se ve forzado a disputar, más de lo que quizás le gustaría, desgastan mucho.

Éste desgaste podría ser el culpable de la mala racha del Valenciano, que con 33 años, lleva a sus espaldas una carrera larga y exitosa que le podría estar pasando factura. 

Aunque si bien es cierto que la edad y el agotamiento del alicantino pueden afectar su rendimiento, la pista dura también, y cabe destacar que los torneos disputados hasta la fecha han sido en cemento.

Pero la temporada de pista rápida acaba en Miami y ahora es cuando empieza lo bueno para los españoles, la tierra batida, lo que le gusta al de Javea. La temporada de arcilla le brinda una nueva oportunidad para demostrarnos que aún queda David Ferrer para rato. Y que así sea.