Las condiciones físicas no lo son todo. Son muchos los románticos del tenis que se agarran a esta afirmación, negando el inexorable viraje del deporte de la raqueta hacia la potencia absoluta. El duelo entre Tomic y Schwartzman pone de manifiesto que siempre hay lugar para la garra, la buena actitud y los golpes de muñeca de talento innato. Así juego el argentino, un hombre que se afana por mejorar cada día por superar las limitaciones que le imponen sus 170 centímetros de altura.

Está inmerso en la lucha constante por mantener su condición de top-100, y este tramo de temporada es idóneo para que gane puntos y confianza. Será de la partida en el cuadro final de Roland Garros, pero antes quiere firmar buenos resultados que le suban la moral. Esta victoria sobre el 22 del mundo puede supone un punto de inflexión, y permitirle defender las semifinales que obtuviera el pasado año en este mismo torneo.

Tomic se inmola en el pesimismo

Resulta intolerable para un aficionado que paga su entrada, presenciar grotescos espectáculos como el que dio Bernard Tomic en este evento. Cuando un jugador no quiera disputar un torneo, lo mejor que podría hacer es no acudir a él, pero Tomic parece empeñado en arrastrarse por las pistas creando falsas expectativas y ocupando el lugar de otro jugador que sí querría estar en su lugar.

El argentino interpretó a las mil maravillas el partido y supo escoger cada golpe

El australiano no deja nunca atrás su carácter díscolo, gran obstáculo que le impide progresar como jugador en las áreas en las que más flaquea: fortaleza mental y resistencia física. Se mueve lento, marcha apesadumbrado e indolente por la pista y minusvalora a los rivales. Schwartzman fue un martillo pilón, luciendo muy constante de fondo y cambiando alturas y velocidades.

Dominó de cabo a rabo el partido, salvando bolas de break y aprovechando con eficacia muchas de las que tuvo. Ya está en cuartos de final y se enfrentará a un jugador en un gran momento de forma, como es el bosnio Dzumhur, que ganó a Nadal en Miami y dio muy buena imagen en Montecarlo. Los románticos del tenis ya saben a qué agarrarse.