No hay manera de brillar en torneos WTA. Lara Arruabarrena continúa anclada en el nivel medio del que hace gala durante años, dejando atrás las esperanzas por verla entre las mejores del circuito y planteándose demasiado ambicioso el objetivo de entrar en el top-50. La donostiarra hace gala de una magnífica actitud, y no se desespera al ver cómo en cada torneo se le niega el ansiado salto cualitativo.

En Nuremberg fue encuadrada con la quinta cabeza de serie del torneo: la alemana Sabine Lisicki. Si bien es cierto que en tierra batida, las prestaciones de la teutona bajan, Lara no pudo aprovechar los escasos resquicios que encontró a lo largo del encuentro, y habrá de afrontar Roland Garros en un mar de inseguridades, y con la vista puesta en el sorteo para saber si puede evitar a una cabeza de serie en la primera ronda.

Lara cayó por detalles

Cuestión de confianza. Arruabarrena tiene armas de sobra para hacer frente a Lisicki sobre el polvo de ladrillo, y así lo demostró en la pista pero no pudo plasmarlo en el marcador. Se adelantó la donostiarra en el primer set con un break en los compases iniciales, pero no tuvo la solidez necesaria al servicio para consolidar y ampliar la misma. Lisicki restó muy cómoda y generó un total de siete bolas de break, aprovechando dos de ellas para dar la vuelta al marcador.

Se relajó de piernas y de mente la alemana, pero eso no fue aprovechado por una Arruabarrena falta de chispa y potencia en sus golpes. Ni siquiera pudo inquietar el servicio de la alemana, y dejó escapar su saque en la primera y única oportunidad que tuvo Sabine. Una prueba irrefutable de la incapacidad de Lara por rendir a su mejor nivel en los momentos cumbre, algo que la está condenando al ostracismo.

Lisicki se erige en una clara candidata al título, y se enfrentará en segunda ronda a la estadounidense Varvara Lepchenko, en lo que habría de ser un partido asequible para la jugadora local. El público puede llevarla en volandas, siendo junto a Siegemund, la gran candidata al título.