David Ferrer es sinónimo de lucha y entrega. El tenista valenciano es una piedra en el zapato para todos sus rivales, corre todas las bolas y se hace fuerte desde el fondo de la pista, lo que convierten a las pistas de tierra batida en su mejor terreno para desplegar su juego y su personalidad con la raqueta. Ferrer destaca por ser uno de los tenistas más regulares del circuito y sus actuaciones en los últimos años le han valido siempre para estar entre los diez primeros del ranking, pero esta temporada está siendo diferente a las demás. El de Jávea está teniendo, a sus treinta y cinco años, un bajón en el juego que se ha traducida también en el ranking abandonando la pasada semana el Top 10.

Las condiciones en las que llega a París no son las más ideales. Echando una vista atrás hacia el comienzo de la temporada vemos que el 2016 no iba a ser un año fácil para David. En el torneo de Qatar, el primero del año, perdió en primera ronda contra Illya Marchenko. Fue un bajón temporal porque la cosa mejoró en nuestras antípodas. Ferrer alcanzó las semifinales en Auckland, donde le ganó Jack Sock antes de la final. Entre luces y sombras llegó a Melbourne a disputar el primer Grand Slam de la temporada. Era una incógnita la versión que iba a mostrar. Aquí mostró el juego férreo y seguro que le caracteriza y fue el que venció a Lleyton Hewitt en su retiro profesional. Solo Andy Murray pudo frenar al español en los cuartos de final.

“Ferru” había cogido forma y todo apuntaba a que iba a ser otra temporada de éxitos para el valenciano. Sus actuaciones eran buenas, pero le faltaba dar el paso definitivo para plantarse en la final. En la temporada de tierra batida por Sudamérica, donde otras temporadas se ha hecho fuerte, no conseguía la fluidez suficiente. En el torneo de Buenos Aires, Almagro le apeó en semifinales; en Río de Janeiro Dominic Thiem le eliminó en cuartos. A finales de febrero viajó a Acapulco para poner fin a la gira. En México defendía título y era uno de los favoritos para volver a alzarse con el triunfo, y aquí, donde parecía que no podía fallar, llegó el mayor batacazo de la gira. Dolgopolov eliminó a Ferrer en segunda ronda y le privó de revalidar el título.

Después de la gira Sudamericana Ferrer dio sus primeros síntomas de fatiga. El valenciano decidió perderse el Masters 1000 de Indian Wells para descansar de cara a preparar mejor el torneo de Miami. La decisión era entendible, pero sorprendió ya que David encuentra en su físico su mejor baza. Llegó con más preparación a Miami, pero no dio resultados y se vio a un tenista que peleó pero no podía sacar los partidos con la facilidad a la que estaba habituado. Esto hizo que cayese en la segunda ronda contra Lucas Pouille.

Finalizó Miami y volvió a sorprender anunciando que no iba a estar presente en el torneo de Monte Carlo, primer Masters 1000 de la gira europea por tierra batida. El motivo era por fuerza mayor y anunció una lesión en el sóleo, lesión de la que tardó en recuperarse y se perdió el Conde Godó de Barcelona, torneo que había jugado desde que debutó en el año 2003. La temporada estaba siendo una de las peores y esto le acercaba a la puerta de salida de los diez mejores del mundo.

Con la presión del ranking y el estado físico entre dudas, Ferrer comenzó a despejar las interrogaciones en Madrid. Es cierto que no tenía la contundencia desde el fondo a la que nos tiene acostumbrados, pero demostró que estaba totalmente recuperado de sus problemas físicos. En Madrid hizo una buena actuación contra rivales que le complicaron los partidos y llegó hasta los dieciseisavos, donde Berdych frenó su progresión. En Roma, otros Masters 1000, Ferrer recuperó sensaciones y parecía que iba lanzado a las rondas finales, pero de nuevo Lucas Pouille, verdugo en Miami, le echó del Foro Itálico en dieciseisavos.

La eliminación de Roma trajo consigo la salida del Top 10. Para preparar Roland Garros decidió jugar el torneo suizo de Ginebra. Aquí las dudas volvieron en primera ronda, ronda que superó gracias a la retirada de Istomin que ya tenía al español en el bolsillo. Esta oportunidad le hizo más fuerte y eliminó a Guillermo García López en cuartos. Con la vista en la final para llegar cargado de moral a París, Ferrer cayó en la antesala de esta a manos de Cilic.

Repasando la temporada del español vemos que no es la mejor de los últimos años, pero hay detalles que invitan al optimismo de cara a Roland Garros. El juego de David sigue siendo agresivo, pero se deja superar más por el rival, no les mantiene a raya en la pista, cosa que le puede costar caro en Francia. A parte de esto, Ferrer ha rendido bien contra todo tipos de rivales y en todo tipos de condiciones. Además no hay que olvidar que llega en optimas condiciones físicas al torneo. Así pues hay que ser optimistas con las esperanzas del español en Roland Garros, torneo al que llega con el duodécimo puesto del ranking y que iniciará batalla contra el ruso Donskoy