El tiempo pasa de manera inexorable, llegan nuevas jugadoras que rompen los esquemas predeterminados y se requiere un plus que no siempre se puede dar. Lourdes Domínguez-Lino lo dio en la fase previa, de la que salió indemne obteniendo el billete para este cuadro final, pero cuando tenía una oportunidad única para seguir avanzando, no cuajó un buen partido y se va de París con un sabor realmente amargo.

Una especialista sobre tierra batida como ella, veía con optimismo el hecho de enfrentarse a la 94 del mundo en un escenario que presenció sus mejores momentos como jugadora. Incluso el pasado año, la española emocionó al público llegando a segunda ronda y poniendo en serios aprietos a Petkovic. No pudo ser un 2016 en el que curiosamente, llegaba con mejores sensaciones. Así es el tenis.

Partido definido por detalles

Igualdad máxima, intensidad a raudales y largo peloteos. El encuentro fue una de esas batallas que todo aficionado disfruta. En una pista pequeña pero abarrotada, con tremenda humedad por el ambiente lluvioso y dos tenistas disputando su propia final. El éxito o el fracaso de ambas se medía por el resultado de un encuentro de infarto.

Hercog percibió en la lentitud de pista, una oportunidad para poder pegar duro a la pelota sin que eso supusiera muchos riesgos. La eslovena tuvo paciencia ante la defensa numantina de Lourdes, y castigó una y otra vez la falta de mordiente de la española. El primer cayó del lado de Hercog con merecimiento, al haber propuesto más sobre la pista.

La española flaqueó en los momentos cumbre

Otra historia fue el segundo set, donde Domínguez-Lino se soltó, practicó con eficacia las dejadas y tomó algo más las riendas del encuentro. Intercambio de breaks que derivó en un tiebreak apasionante, en el que Hercog estuvo más fresca de piernas y de mente para hacerse con los puntos decisivos.