Las derrotas pueden convertirse en arenas movedizas en las que quedarse atrapado. Cuanto más empeño se pone más rápido el hundimiento, y se requiere de una alta dosis de mesura para encontrar los apoyos que contribuyan a salir del entuerto. Roberta Vinci no está teniendo el aplomo para revertir una situación de absoluta desconfianza, que amenaza con sepultarla bajo tierra si continúa con un juego a impulsos, la mirada gacha y falta de frescura de piernas.

A sus 33 años, la buena de Roberta está lejos del nivel mostrado en 2015, pero es una tenista con margen todavía para hacerlo bien. Esta derrota en primera ronda de Roland Garros puede hacer que su ímpetu se diluya y retroceda cualitativamente lo que avanzó el pasado año.

Error tras error la italiana

Resulta incomprensible ver cómo en apenas un mes, la que era una jugadora temible por todas, se ha convertido en una tenista frágil y carente de mordiente. El revés cortado no supone un problema para sus rivales, al estar practicándolo carente de profundidad y débil de efectos.

Vinci intentó revertir la situación en el segundo set pero no tuvo argumentos

Aunque el mayor problema viene a nivel físico y mental; la italiana no se está moviendo bien, muestra un semblante adusto en todo tramo de partido, y no da la sensación de fiereza que debería transmitir la séptima cabeza de serie de Roland Garros. Bondarenko leyó el partido a la perfección, atacando con solidez y aprovechando las bolas cortas de Roberta. Los 30 golpes ganadores que hizo ponen de manifiesto la comodidad con que afrontó el encuentro.

Hubo amago de reacción por parte de la italiana en el segundo parcial, pero quedó en agua de borrajas por su falta de clarividencia en la red y la buena respuesta de la ucraniana, muy concentrada en todo momento.