Sencillamente imparabla, pletórica. Así se mostró Dominica Cibulkova en una jornada histórica para ella, en la que en apenas cinco horas logró remontar un partido que parecía tener perdido ante Radwanska, e infringir un severo correctivo a la joven Mónica Puig, diamante en bruto del tenis mundial. Y todo ello en la superficie que peor se adapta a sus condiciones y en la que menos resultados notables ha cosechado a lo largo de su dilatada carrera.

La eslovaca demostró en 2011 que podía jugar bien en hierba, pero pareció un leve destello al no darle continuidad posteriormente. Ha sido en esta temporada en la que está cuajando sublimes resultados, practicando un tenis difícilmente abordable y capaz de amoldarse a toda situación. Aún con el subidón que supuso remontar a Radwanska, Dominica dio una auténtica exhibición para cosechar su pase a la gran final.

No hubo color en todo el partido

Dio la sensación de que no se había ido de la pista, como si Puig fuera una prolongación inmediata de su hazaña ante Radwanska. Metida en el partido desde el primer punto, la eslovaca no dio opción a una asombrada Puig, que vio cómo las semifinales vuelven a erigirse en la frontera psicológica de su meteórica progresión.

Puig solo tuvo una bola de break y sufrió mucho al servicio

La puertorriqueña asume muchos riesgos en su juego por lo que necesita de la máxima precisión y frescura de piernas. No tuvo ninguna de las dos cosas ante un muro inexpugnable, que supo sacarla de su zona de confort. Una sola bola de break tuvo la buena de Mónica, mientras que la intensidad de Cibulkova al resto le brindó numerosas oportunidades de mermar la moral de la puertorriqueña.

6-2 6-1 fue el resultado final de un duelo con muy poca historia y que catapulta a Cibulkova a su cuarta final en lo que va de año. Solo pudo ganar una, la de Katowice, cayendo en Acapulco y Madrid. Eastbourne se erige en una gran oportunidad para equilibrar la balanza y presentarse en Wimbledon con la vitola de candidata a lo máximo.