Lento pero inexorable. Así es el proceso en el que anda sumida la canadiense desde inicios de 2016, decidida a dejar atrás los fantasmas que amenazaron con convertirla en un juguete roto durante el pasado año. Dejó a un lado la publicidad y volvió a centrarse en el tenis, a amarrarse a la pista y sufrir por cada bola. Está en el buen camino aunque le está costando cosechar brillantes resultados como sí lo hiciera en 2014. 

Vuelve al torneo donde asombró a la concurrencia, llegando a la final después de haber firmado semifinales en Roland Garros. No es cabeza de serie, lo que la convierte en uno de los cocos del torneo. En una jornada lluviosa, tuvo el privilegio de poder jugar bajo la cubierta de la pista central, y resolvió el encuentro con entereza y brillantez.

Bouchard fue superior en todo los aspectos

La canadiense jugó con gran intensidad, muy viva de piernas y ganando la pista con recurrencia auspiciada en sus golpes potentes y angulados. No dudó en flexionar de manera notable para poder llevar siempre la iniciativa y dejó en agua de borrajas los intentos de Rybarikova, jugadora que alcanzó la tercera ronda en Wimbledon el pasado año.

Rybarikova perdió siete bolas de break en el segundo set

Hubo un intercambio de breaks en el primer set, y cuando la igualdad era máxima, Eugene dio un zarpazo con restos directos y se adjudicó la primera manga. En la segunda manga y bajo la cubierta de la pista central, Bouchard jugó aún con más potencia pero también más margen, desbordando sin asumir riesgos a su rival.

La eslovaca estuvo muy desacertada en el aprovechamiento de pelotas de break, y lo pagó caro ante una Bouchard inconmensurable en los momentos cumbre. Su siguiente rival será la británica Johanna Konta, consumada especialista en esta superficie y que a buen seguro se lo pondrá realmente complicado a la canadiense.