No son muchas las ocasiones en que se ha visto a un hombre sobrio y racional como Roger, con el rostro desencajado por la tristeza y la decepción. Así compareció ante los medios de comunicación después de caer en cinco sets ante Raonic, y no tuvo reparos en asumir que no estuvo fino en los momentos cumbre del partido. Se refirió también a una aparatosa caída en el último parcial, que fue la gota que colmó el vaso y se erige en una ilustrativa metáfora de en lo que se está convirtiendo la carrera del maestro suizo.

"Algo fue mal, no puedo creer que cometiera dos dobles faltas seguidas. Es inexplicable realmente", dijo Federer refiriéndose al duodécimo juego del cuarto set, cuando dominaba 40-0 y cometió errores infantiles, entre ellos una doble falta. "Estoy muy triste por eso y enfadado conmigo mismo, porque no debí permitir ceder ese set de esa forma tan sencilla", añadió. Antes, había desperdiciado varias oportunidades para romper el saque a un Raonic poco incisivo durante ese tramo de partido: "Perdí mis oportunidades y fue una media hora muy decepcionante para mí. Se lo ganó al final, pero yo le ayudé mucho a volver al partido. Me gustaría que se repitiera. Sé que es muy bueno rompiendo saques y que volvería a ser difícil. Pero me hubiera gustado darle más problemas de los que le di", declaró el suizo con visibles gestos de hastío por su muy mejorable rendimiento en el tramo decisivo de partido.

Cuestionado insistentemente por los periodistas sobre si la caída en el quinto set mermó su rendimiento en el tramo final de encuentro, el suizo declaró:  "Espero no haberme hecho daño, no sé si serán tres días o un día, o más. En este momento lo desconozco, espero que no sea grave. Pude caminar y fui capaz de acabar el partido. Me caí y fue una caída muy diferente a las que he tenido en mi vida", señaló. He estado cuidando mi cuerpo todo el año. Sé como estoy ahora pero no sé como me despertaré mañana", dijo con preocupación el de Basilea. 

Sin embargo, fue caballeroso y dejó entrever que no tuvo nada que ver con su derrota esa mala caída: "No me sentí igual tras la caída. No obstante, el jugó un gran punto para lograr la rotura. Después, incluso si yo hubiera estado lesionado o fresco, no hubiera importado porque sacaba a casi 230 kilómetros por hora",  terminó el maestro suizo, superado por uno de sus discípulos.