El tenis femenino español ha experimentado una tendencia más propia de un electrocardiograma que de un deporte. Tiempos de auge al amparo de dos de las mejores de la historia de este deporte, como Arantxa y Conchita, a las que no hubo relevo generacional sólido en el circuito WTA...pero sí en los Juegos Olímpicos. Y es que Virginia Ruano se erigió en el salvavidas que mantuvo a España en la élite olímpica cuando llegó el ocaso de las mejores, cosechando dos platas en dobles muy meritorias.

España ha cosechado seis medallas en el tenis femenino, pero ninguna de ellas fue de oro

Pero el momento de la reacción total ha llegado. Las chicas vuelven a ilusionar y a dejarse ver en las rondas finales de los mejores torneos. Carla Suárez y Garbiñe Muguruza parecen en disposición de vencer a cualquiera, y se erigen en claras candidatas a la medalla. Este impulso de las jóvenes coincide con la resistencia de veteranas como Medina, que quiere rendir un último tributo al tenis junto a Arantxa Parra. Sin embargo, una medalla se antoja una meta realmente ardua, y así se puede atestiguar repasando el recorrido de las mujeres que obtuvieron presea con una raqueta en la mano.

Barcelona y Atlanta, testigos del auge

Arantxa y Conchita llegaron en el mejor momento de sus carreras a estas dos citas y se erigían en máximas favoritas al oro olímpico. Barcelona fue testigo de una competición repleta de emociones, en la que el público local se volcó con sus jugadoras. Arantxa Sánchez-Vicario obtuvo el bronce en individual, tras caer sorprendentemente en semifinales ante una jovencísima Jennifer Capriati, que se alzó con el oro a sus 16 años.

La catalana y la aragonesa unieron sus fuerzas en la modalidad de dobles, llegando a la final y cayendo en ella ante las estadounidenses Mary Joe y Gigi Fernández, hermanas cuya complicidad sobre la pista rayaba lo inhumano. Volvieron a intentarlo juntas en Atlanta 96 y tras toparse de nuevo con las hermanas Fernández en semifinales, obtuvieron el bronce gracias a su victoria contra las holandesas Manon Bollegraf y Brenda Schultz.

Conchita Martínez y Arantxa Sánchez-Vicario en Barcelona92. Foto: todo-olimpicos.com
Conchita Martínez y Arantxa Sánchez-Vicario en Barcelona92. Foto: todo-olimpicos.com

Arantxa cayó frente a Capriati en Barcelona92 y Daveport en Atlanta 96

Arantxa también brilló en el cuadro individual de Atlanta 96, y se quedó a un paso del oro al perder en la gran final contra Lindsay Davenport, en un partido vibrante en el que el apoyo de la grada a la jugadora local que por aquel entonces tenía 20 años, se antojó clave.

Ruano tomó el relevo

El vacío de Sidney no fue más que el preludio de una de esas medallas que saben a gloria, ya que supuso la despedida del tenis profesional de Conchita Martínez. La aragonesa se alió con Virginia Ruano, consumada especialista en el dobles, y ambas desplegaron un juego vertiginoso. Ganaron en semifinales a Asagoe y Sugiyama, asegurándose presea, y en la final sucumbieron a las chinas Ting Li y Tiang Tian Sun por 3-6 3-6.

Virginia Ruano y Conchita Martínez en Atenas 2004. Foto: todo-olimpicos.com
Virginia Ruano y Conchita Martínez en Atenas 2004. Foto: todo-olimpicos.com

Ruano continuó su periplo triunfal en dobles, y encontró una aliada de muchos quilates, como Anabel Medina. La valenciana es una figura clave en el tenis femenino español, ostentando un gran carisma y habiéndose erigido en una representante de alto nivel cuando se produjo el mayor valle de jugadoras en la élite.

Medina y Ruano obtuvieron una plata que supo a oro

Virginia y Anabel cuajaron un espléndido torneo bajo la contaminación atmosférica de Pekín, donde solo pudieron ser frenadas por las hermanas Williams. Serena y Venus no dieron opción alguna a las españolas, venciéndolas por 6-2 6-0 pero sin que esto empañara el mérito de haber cosechado una plata.

Después de que en Londres 2012 no hubiera cosecha alguna de medallas, el abanico de opciones parece reabrirse en Río de Janeiro 2016, donde las contendientes han de inspirarse en el espíritu de superación y actitud encorajinada de las mujeres que ya tienen en sus vitrinas una medalla olímpica.