Aún tiene cuerda para rato. El jugador murciano es una figura clave del tenis español en la última década y a pesar de la grave lesión que le mantuvo alejado de las pistas y al fuerte temperamento que ostenta y que en ocasiones la nubla la menta, su talento infinito le hace permanecer en la pomada. Está siendo realmente complicado asumir que la lesión y, sobre todo, el volver a coger ritmo de nuevo, le ha alejado de las posiciones nobles del ránking en las que parecía estar abonado.

Sin embargo, poco a poco Nicolás va canalizando la situación y disfruta del mayúsculo desafío que supone volver a cosechar alegrías. Su título en Estoril este año supone el fruto a esa actitud, pero el murciano es ambicioso y quiere brillar en Grand Slam. En Roland Garros alcanzó la tercera ronda, al igual que ya ha logrado en Nueva York tras derrotar a uno de los jugadores más aguerridos del circuito: Pablo Cuevas.

Almagro, brillante en los momentos cumbre

Fue un partido de tú a tú entre dos jugadores de estilo muy similar. Expertos de fondo de pista, con capacidad para contraatacar, talentoso revés a una mano y mucho carácter. El espectáculo fue mayúsculo, al igual que el equilibrio en el juego y el marcador. La primera manga se vio abocada al tiebreak tras un intercambio de roturas, y allí Almagro supo jugar mejor los puntos clave.

El español terminó el partido con 42 golpes ganadores y 40 errores no forzados

La ventaja moral que supuso adjudicarse este set tan largo e igualado le permitió romper el servicio del uruguayo a las primeras de cambio del segundo parcial. Cuevas equilibró la contienda pero Almagro apretó los dientes y volver a obtener una ventaja de break que esta vez no desaprovecharía. 

El español procuró llevar la manija del encuentro en todo momento, moviendo bien la pelota y sin renunciar a subir a la red. Consciente de la peligrosidad del uruguayo si el partido se convertía en un pulso de fondo de pista, Almagro jugó más agresivo de lo habitual y estuvo muy acertado. En el tercer set se volvió a llegar al tiebreak y Almagro necesitó hasta siete bolas de partido para poder poner la rúbrica al mismo, en un tramo final de infarto.

Triunfo de mucho mérito y prestigio para un Nicolás Almagro que si sigue adquiriendo confianza será un jugador peligroso para cualquiera. Ya alcanzó los octavos de final en Flushing Meadows en 2012, e intentará repetirlo esta vez, algo para lo que deberá vencer a Gael Monfils.

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Sobre el autor
Diego Jiménez Rubio
Fui Coordinador General de Más Deportes y Viajes, y miembro del Consejo de Dirección de VAVEL España. Me encanta comunicar mi pasión por el turismo y el deporte, y hacerlo con responsabilidad y profesionalidad.