Tal es el meneo que duele. Sobre la tierra de Roma, Rafael Nadal tritura (6-1 y 6-3) a Roger Federer en un espectáculo sangriento. En un holocausto de golpes y puñetazos profundos. Es una final, la primera entre ambos en los últimos 24 meses. Pero apenas se ven señales de los duelos del pasado. Nada del catálogo mágico del suizo. Ni del hambre de una leyenda viva que ha levantado 17 grandes. Camino de los 32 años, Federer se ve desbordado como nunca ante su Némesis. Anulado, agotado y disparatado (32 errores no forzados) hasta el punto de sonrojarse nada más recibir un 0-9 de parcial adverso. Así, sin argumentos, se queda mudo ante Nadal, que nunca fue tan en serio. Con su sexto título desde su regreso, el español recupera el número 4 del mundo en detrimento de David Ferrer y se asegura así un cuadro más cómodo en Roland Garros, que arrancará el próximo 26 de mayo.

“Sé dónde estaba hace unos meses”, comenta el balear, que dudó de sus posibilidades tras pasarse más de siete meses alejado de las pistas por una rotura parcial del ligamento rotuliano y una hoffitis en la rodilla izquierda. “Habría sido de locos pensar en febrero que podría hacer esto. En las dos primeras semanas en Chile y Brasil tuve sensaciones muy negativas a pesar de los buenos resultados. Por eso hay que disfrutar de todo lo que me está pasando y valorarlo, porque todo lo que he conseguido en los últimos meses es un sueño”, continúa en declaraciones concedidas a Teledeporte.

El trigésimo clásico de estos dos colosos (vigésimo en los domingos decisivos) tarda apenas un suspiro en inclinarse del lado de Nadal. Federer sabe de la dificultad del reto. Sus opciones pasan por evitar el debate a pecho descubierto, por eludir esas bolas altas que se le atragantan como si fueran piedras. Ataca la red y huye desesperado de cualquier intercambio que facture su maltrecha espalda. Pero cae preso de su propia trampa. Ante Nadal la valentía es de necios. Fijo en la línea de fondo, el manacorense aceptó la invitación con una seguridad que asusta (sólo 8 errores no forzados). Lanzó metralla en cada gesto, horadando la arcilla allí donde ponía la mirada. Si no era un 'passing' inabordable era un manotazo en la raqueta de Federer, que acabó por los suelos ante la potencia de los impactos. En 23 minutos hace suya la primera manga. En pocos más, apenas 69, el partido. Y eso a pesar de tenderle la mano al helvético con un 'break' cuando servía con 6-1 y 5-1.

 

Con su séptimo éxito en el Foro Itálico, Nadal maneja números difíciles de cuantificar. Son ya 41 los títulos que ha alcanzado sobre tierra, a cinco del récord de Guillermo Vilas. Más, 56, si abrimos fronteras a todas las superficies. Y la mayoría de ellos en plazas de prestigio, como los 24 Masters 1000 (el que más) que iluminan su casa de Manacor. Su balance con seis títulos (junto a Sao Paulo, Acapulco, Indian Wells, Barcelona y Madrid) tras volver a la competición el pasado mes de febrero anuncia tempestades. Ahora llega París, su patio de recreo. Y el mundo está avisado. Tras lo visto, hay Nadal para rato.

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Sobre el autor
Adrián Peinado
Una alternativa al Periodismo de bar que colman la mayoría de los medios de comunicación de este país. Licenciado en Periodismo en la URJC en 2009 y en la agencia Europa Press desde ese año hasta finales de 2010.