Stanislas Wawrinka es uno de los nombres propios de esta Copa de Maestros. No por tener tanto relumbrón como casi todos sus compañeros en Londres, sino porque a sus 28 años el tenista de Lausana, tras firmar la mejor temporada de su carrera con 47 victorias por 20 derrotas, se ha ganado con todas las de la ley el derecho a participar en el evento destinado a las ocho mejores raquetas del curso.

El helvético, que colabora en el hito de que el país centroeuropeo presente a dos candidatos en el singles por primera vez en la historia, certificó en el Masters 1000 de París lo que ya venía apuntando durante todo el año: que ha dado un paso adelante definitivo. Ganando en madurez, atrás quedan los tiempos en que solo se le podía calificar de un tenista con tanto talento como poca sangre. Porque este año ha empezado a rendir en las grandes citas.

Ha dado un salto de nivel física y mentalmenteLas semifinales en el US Open -llegó a dominar 2 a 1 a Novak Djokovic- o la final en el Masters 1000 de Madrid atestiguan la aparición de un nuevo Stan. Ahora, se trata de un tenista que ha ganado en confianza, sacrificio y estado físico. Hace no demasiados meses, su dudosa forma le impedía alcanzar muchas bolas y defenderse con garantías. Ahora, mucho más fino, ha mejorado de piernas y eso le permite jugar más bolas neutras, no arriesgar tanto y aguantar mejor los intercambios largos.

Con esa nueva fortaleza, ha conseguido victorias que otros momentos hubiera sido una quimera. Como ganar a Ferrer en una final -ATP 250 de Estoril-, arrasar en tres sets con todo un Andy Murray en el US Open o discutir a cinco sets, con fuego en la raqueta, de tú a tú con Djokovic el pase a unas semifinales o una final de Grand Slam.

La mejor arma del suizo es, sin ninguna duda, su revés. A una mano, como el de Federer y Richard Gasquet, es de los más bonitos y peligrosos del circuito. Además no solo es capaz con él de abrir ángulos, sino que le imprime una potencia inusual para un golpe como es el backhand. Además, no es manco en ninguna de las demás facetas del juego, capaz de jugar tanto desde el fondo apoyado en su derecha como acercarse a la red, donde tiene buena mano para la volea. Con un buen servicio, su punto más débil es claramente el resto. Su revés a una mano sufre con las bolas altas, y no tiene la intuición y los reflejos de los Ferrer y compañía, costándole mucho leer los saques del contrario.

Wawrinka, que a su madurez y su crecimiento ha sumado una gran dosis de descaro, tratará de hacer de su valentía su principal baza. Debe ser osado y jugar un tenis directo y agresivo, con el que hacer daño en la rápida pista cubierta del O2 de Arena. Si no, su primera experiencia en Londres puede ser una tortura. Así que, como los toreros: enfermería o puerta grande.