Rafael Nadal se ha quedado a las puertas de culminar con matrícula de honor una temporada ya de por sí de sobresaliente. El tenista balear nuevamente se ha dado de bruces contra el torneo que peor se le ha dado históricamente: la Copa de Maestros. En su sexto intento de levantar el trofeo por el que solo pueden luchar los ocho mejores tenistas de la temporada, nuevamente ha vuelto a fracasar. El balear ha alcanzado la final por segunda vez, pero al igual que entonces no pudo ni hacer un set, superado desde el primer momento por un Novak Djokovic excepcional.

Un mal fario que comienza en 2006

La historia de amor-odio entre Rafa Nadal y la Copa de Maestros comenzó en 2006. Pudo hacerlo antes, pues ya en 2005 el balear, tras ganar su primer Roland Garros, se ganó el billete para el evento terminando el año como número 2 mundial, pero una lesión en el pie izquierdo se lo impidió. A sus 19 años, su debut en el torneo por antonomasia del final de temporada tenía que esperar. Finalmente se produjo en 2006, año de su primer sinsabor. Cayó en su debut ante James Blake, pero sus siguientes victorias ante Tommy Robredo y Nikolay Davydenko le clasificaron para las semifinales. Allí llegó su primera derrota ante el suizo en el Masters. Lo mismo sucedió en 2007, donde otra vez el centroeuropeo le impidió siquiera alcanzar la final, en la que probablemente haya sido su mejor victoria ante Rafa en la historia.

Otra vez en 2008 Nadal tuvo que ausentarse de la cita, esta vez por problemas de rodilla, no pudiendo acudir a la última edición en terreno asiático. Ya en Londres, volvió en 2009 como número 2 mundial. Protagonizó entonces su peor actuación en la Copa de Maestros. No solo fue la primera edición de las dos en que cayó en la fase de grupos, sino que además lo hizo sin ganar un solo set, perdiendo por la vía rápida sus enfrentamientos con Robin Soderling, Nikolay Davydenko y Novak Djokovic.

Mejor fueron las cosas en el siguiente curso, donde alcanzó su primera final en el evento. Lo hizo con contundencia tras ganar todos sus partidos previos a Andy Roddick, Novak Djokovic, Tomas Berdych y Andy Murray. Pero en el partido decisivo no pudo con su bestia negra en el Masters, Roger Federer. Tras repartirse ambos los dos primeros sets, el de Basilea le endosó un severo 6-1 en el tercer set, cercenando sus posibilidades de éxito.

Ya en 2011 cerró sus participaciones hasta el presente curso, al posteriormente ausentarse por sus problemas de rodilla en 2012. Y lo hizo de la peor manera posible: cayendo de nueva en la Round Robin. Debutó remontando ante Mardy Fish, pero la paliza que le infrigió Federer en su segundo partido (6-3 y 6-0) le pasó factura, y cayó también con Tsonga. Finalmente en el presente curso, tras dejar muy buenas sensaciones en sus cuatro partidos previos, nuevamente terminó hincando la rodilla, esta vez a manos de Novak Djokovic.

¿Por qué no vence en la Copa de Maestros?

El torneo que reúne a los ocho mejores tenistas del circuito es, de los grandes, el de mayor postín que falta en las vitrinas de Rafael Nadal, por encima de los dos Masters 1000 que tampoco ha conseguido levantar hasta la fecha: Shanghái y París. ¿Qué le sucede a Rafa en la ahora bóveda del O2 Arena londinense? No se trata de cansancio, ni falta de frescura, y las razones son puramente tenísticas.

El principal punto fuerte de Nadal es su derecha, y en pista dura bajo techo es donde menos daño hace. Juegue mejor o peor, en tierra siempre funciona al ir cargada de efecto, botar más alto y echar atrás a su rival. Sin embargo aquí se ve obligado a jugar más ofensivo, y pese a que es capaz de hacerlo -lo demostró sin ir más lejos en las semifinales firmando 17 winners por 15 de Federer-, no es su esquema habitual. A cubierto, tiene que pegar la derecha más plana, y pensar cada tiro que ejecuta mientras que sobre el polvo de ladrillo todo es más natural. Eso explica que sea capaz de entonarse como hizo ante el suizo, o desesperarse como le sucedió en la final, donde su drive fue un bergel de errores.

Sorprendentemente es su revés el golpe más adecuado a estas características, pero tampoco suele ser definitivo y sí más un golpe de transición para poder atacar con otras bolas. El saque tampoco le ayuda, y con ese cóctel necesita estar toda una semana al 200%, algo imposible hasta para un fuera de serie como el de Manacor. Pese a todo, seguirá intentándolo, cambien o no la superficie como lleva promulgando el propio Rafa mucho tiempo.