Lisboa: una joya imprescindible a orillas del Atlántico
Imagen aérea de Lisboa. Foto: traveler.es.

Con una superficie cercana a los 3.000 km2, Lisboa es la ciudad más grande de Portugal, además de ostentar el honor de ser la capital de nuestro país vecino y hermano.

Ubicada en la desembocadura del río Tajo, contempla desde sus costas la inmensidad del océano Atlántico, como uno de los puntos que despiden el continente europeo antes de atravesar el gran charco en busca de las Américas.

Su centro histórico destaca por su enclave montañoso, rodeado de siete colinas que le otorgan una configuración original y única, siendo ocupada su zona occidental por el Parque Forestal Monsanto, considerado como uno de los parques urbanos más extensos de la vieja Europa.

Su clima mediterráneo convierte a Lisboa en una de las capitales europeas más cálidas.

Sus plazas: mucho más que un punto de encuentro

Si hay algo que destacar en la capital lusa son sus plazas, majestuosas e imprescindibles para todo visitante.

Entre ellas destaca la Plaza del Comercio, por ser la más importante de la ciudad capitalina, convirtiéndose por derecho propio en el eje central del comercio y por ende del turismo, de la hermosa ciudad lusa.

Se caracteriza por la presencia de tres imponentes edificios porticados, erigidos en la antigua ubicación del Palacio Real, destruido en 1755 por un terremoto.

Su nombre proviene de su consideración como puerta de la ciudad al comercio, al llegar a su puerto los barcos mercantes, que supusieron el inicio de la importancia económica y vital que ostenta en la actualidad.

En éste privilegiado enclave destaca la famosa estatua ecuestre del rey José I, uno de los principales impulsores de la reconstrucción de la ciudad tras el demoledor terremoto de 1755.

En la misma, el monarca portugués a lomos de su corcel aplastaba simbólicamente las serpientes que se cruzaban en su camino. La bella obra del escultor Joaquim Machado de Castro, fue esculpida en bronce

Destacar la maravillosa presencia del Arco de la Rua Augusta, situado en la zona norte de la misma, cuya construcción comenzó tras el terremoto, correspondiendo su majestuoso diseño al arquitecto Veríssimo José da Costa.

El arco fue coronado con distintas esculturas, en su gran mayoría correspondientes a Vitor Bastos, representando la Gloria, el Genio Supremo el valor.

La Plaza de Rossio es considerada como el punto neurálgico de la antigua Lisboa, presentanda ante los ojos de sus visitantes un sin fin de exquisitas fuentes y esculturas, en las que históricamente se celebraban las antiguas ferias de ganado e incluso llegó a albergar carreras de caballos.

También es conocida como la Plaza de Don Pedro IV; primer rey constitucional de Portugal, que cuenta con una bellísima estatua sobre una altísima columna, erigida por el escultor Elias Robert.

Si bien el nombre de Rossio se debe a su consideración histórica como un espacio destinado a la celebración de eventos populares.

Además es reseñable la presencia del Teatro Nacional de Doña María II, de estilo neoclásico, del italiano Fortunato Lodi (1846).

La Plaza del Marqués de Pombal, recibe su nombre del despótico noble que condujo al vecino país hacia la Ilustración (1750 – 1777), quien está representado en una estatua en lo alto de una columna, apoyando su mano sobre un león, que representa el poder del soberano en su época.

El 15 de octubre de 1910, fue el lugar elegido para la proclamación de la República portuguesa.

Sus monumentos: carácter y belleza a partes iguales

Su riqueza arquitectónica no deja indiferente a ninguno de los visitantes que acuden a la ciudad lisboeta.

Es imprescindible visitar el Castillo de San Jorge, coronando la colina del mismo nombre y que es la más alta de las 7 colinas que bordean la ciudad lusa.

Históricamente siempre se le ha relacionado con el centro de poder de los gobernantes de la ciudad, convirtiéndose desde su construcción en el siglo V por los visigodos, en uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad.

De forma cuadrada, originalmente fue amurallado con la finalidad de albergar en su interior una ciudadela, a la que se accedía a través del todavía vigente, Arco de San Jorge.

Actualmente el castillo conserva sus once torres, los restos de la antigua Capilla Real, el Patio de Armas, las prisiones, la Plaza Nueva y la famosa Puerta de Moniz.

Desde sus muros se obtiene una vista inigualable de la ciudad.

En la conocida como Torre de Ulises, se encuentra una joya histórica, un periscopio inventado en el antiguo siglo XVI, por el archiconocido inventor Leonardo da Vinci, con el cual se puede contemplar una privilegiada visión de 360º de la ciudad.

Al rey Manuel I, se le debe la construcción de la Torre de Belem, encomendada al arquitecto Francisco de Arruda ( 1514 – 1520 ), con un origen en principio defensivo y que con el paso de los años pasó a tener un uso aduanero, además de servir como puesto telegráfico, como faro e incluso como prisión.

Cuenta con una altura de 35 metros, repartidos en 4 pisos y una terraza.

Fue declarada como Monumento Nacional por la UNESCO en el año 1910 y como una de las Siete Maravillas de Portugal en el año 2007, de igual manera que sucedió con otro de los monumentos más importantes de la capital portuguesa, como es el Monasterio de los Jerónimos, del siglo XVI.

El arquitecto Diogo de Boitaca fue el encargado de su construcción, iniciada el 6 de enero de 1501, con un estilo predominantemente manuelino y que fue erigido para conmemorar el regreso de las Indias de Vasco de Gama.

Su iglesia destaca por ser la única de Portugal en contar con seis columnas talladas, además de albergar en su interior las tumbas del propio Vasco de Gama y de Luis de Camoes.

El claustro del Monasterio es más grande y llamativo que el de la propia Catedral de Lisboa, en la que reposan los restos de Fernando Pessoa.

Por su parte, la Catedral de Lisboa, también conocida como Sé de Lisboa, es considerada por derecho propio como la iglesia más importante y antigua de la ciudad.

Data del siglo XII, siendo levantada sobre las antiguas ruinas de la mezquita principal de la ciudad. Las continuas remodelaciones sufridas a lo largo de los años le ha conferido una curiosa mezcla de estilos románico, gótico y barroco.

Además de su bóveda de cañón y de su triforio, es digno de contemplar su tesoro, compuesto de cuatro salas repletas de trajes, joyas y reliquias.

No se puede dejar de visitar el imponente Monumento a los Descubrimientos (1960 ), que con sus 52 metros de altura, conmemora el descubrimiento de las islas de Madeira, Azores y Cabo Verde, por parte de Enrique el Navegante.

Su coautoría se reparte entre el arquitecto José Ángelo Cottinelli Telmo y por el escultor Leopoldo de Almeida.

En el mismo se representa una carabela con el escudo de Portugal en los lados y con la espada de la dinastía de Avis en la entrada, situando al homenajeado en la proa, con una pequeña carabela en sus manos, acompañado de una treintena de personalidades representadas en el mismo.

En el lado norte del monumento, se encuentra una gigantesca Rosa de los Vientos de 50 metros de diámetro, regalada por Sudáfrica en 1960.

Sus museos: cultura y vistosidad por doquier

El Museo Nacional de Arqueología ( 1893 ) es el más importante del país, erigido por José Leite de Vasconcelos.

Se encuentra en el ala occidental del Monasterio de los Jerónimos y conserva restos prehistóricos, romanos, visigodos, musulmanes, egipcios y clásicos.

Destaca su gran colección de arte egipcio.

Llamativo es el Museo Nacional de los Carruajes, inagurado en 1905 por orden y gracia de la reina Amélia de Orleans y Bragança y que conserva una imponente colección de carruajes de los siglos XVII, XVIII y XIX.

Entre sus paredes se puede contemplar la curiosa evolución del transporte real hasta la aparición del auto a motor.

La exposición se completa con una interesante exposición de retratos, arneses, uniformes y vestuarios característicos de cada época.

Más allá de la cultura

La diversión también forma parte de la vida lisboeta, pudiendo visitar el fantástico Oceanário de Lisboa, construido con motivo de la Expo 98, en el Parque de las Naciones de Lisboa, por obra del arquitecto norteamericano Peter Chermayeff, quien le dotó de un curioso aspecto que pretende asemejar a un portaviones.

Es un museo de biología marina, considerado como el segundo más importante del mundo, en el que tienen cabida cuatro zonas que representan los hábitats de los océanos Atlántico, Pacífico, Índico y Antártico.

No debe dejar de visitarse el Estádio da Luz, hogar del prestigioso SL Benfica, inagurado el 25 de octubre de 2003, que fue una de las sedes de la Eurocopa de 2004 y que albergará la final de la Champions League de la UEFA, en la presente edición.

Es el mayor estadio de fútbol del país y ha sido catalogado por la UEFA como estadio de élite.

Cuenta con capacidad para acomodar a 65.647 espectadores.

Por último vale la pena contemplar la majestuosa presencia del Puente de Vasco de Gama, con sus más de 17 kilómetros de extensión, le convierten en el más largo de Europa.

Fue inagurado con motivo de la Expo 98, con la finalidad de unir el norte y el sur de Portugal.

Imágenes en el cuerpo del artículo: viajaraportugal.com; uciencia.uma.es; guias-viajar.com; lisbon.net; mnstatic.com; nosgustaviajar.com; lugaresfamosos.com; all-free-photos.com; mundocity.com; lisbonsecrets.com y disfrutalisboa.com.

Fuentes: @letstrip007; wikipedia y disfrutalisboa.com.

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