Tras la marcha de Marcelino, el Racing de Santander confió en la figura de un hombre en decadencia, un hombre que una vez fue estrella, pero cuyos días de gloria pronto vieron su fin. Esta es su quinta aventura España después de una larga y estrambótica carrera, llena de elogios, críticas, dimisiones y alguna que otra maldición. Él es Héctor Cúper.

Decir Héctor Cúper en 2011, es hablar de un rey obsoleto, un entrenador de perfil medio-bajo que ha deambulado por Europa, con más pena que gloria, desde hace diez años. Pero detrás del hombre que hoy no parece ilusionar al racinguismo, se esconde el que fue uno de los mejores y más admirados entrenadores de fútbol.  Dicen que para entender bien el presente, debemos analizar el pasado. Viajemos hasta sus inicios.

Primera época

Antes de ser entrenador, Cúper fue un futbolista de relativo éxito. Central contundente, con gran potencia en el salto y buen remate de cabeza, con lo que se ganó el apodo de ‘cabezón’. Dos campeonatos nacionales con Ferro Carril Oeste y cinco internacionalidades lo abalan.

Su época en los banquillos comenzó en 1993, cuando se hizo cargo de Huracán, con el que consiguió un subcampeonato en el clausura de 1994. Esa temporada comienza su maldición, pero de eso hablaremos más adelante. Su primer título fue la Commebol de 1996, a las ódenes de otro club argentino, Lanús.

Llegada a España

Un año después, llegó la oportunidad que le cambió la vida. Recibió la llamada de España, concretamente del Mallorca. Allí pasó algunos de los mejores momentos de su carrera. Con un equipo recién ascendido, logró hacerse muy pronto con el cariño y la confianza de jugadores y afición. Formó un equipo muy sólido y competitivo, sacando lo mejor de jugadores como Engonga, Olaizola o Stankovic. En su primera temporada, llevó a los baleares a la primera final de Copa de su historia, cayendo en la tanda de penaltis frente al Barcelona.

Su segunda temporada fue aún mejor, ganando la Supercopa de España, llegando a la final de la Recopa, que perdió frente a el Lazio, y logrando la tercera posición en el campeonato nacional de Liga, lo que significó la clasificación de su equipo para la Champions League.

Su éxito y el reconocimiento por parte de todo el fútbol Español, le brindaron la oportunidad de comandar un proyecto mucho más ambicioso. Así, en 1999 recaló en Valencia. Nada más llegar, repitió título ganando la Supercopa de España. Además, logró llegar a dos finales de Champions consecutivas, perdiendo ambas frente a Real Madrid y Bayern Munich. Quién no recuerda aquel equipo con jugadores como Djukic, Mendieta, Gerard, Ayala, Aimar o ‘El Piojo’ lópez.

Principio del fin

Pese a la falta de suerte en las finales, un grande como el Inter de Milán le reclutó en 2001. Italia significó para Cùper el principio del fin. Estuvo dos temporadas en Milán, compartiendo banquillo con hombres de la talla de Vieri, Recoba o Ronaldo, con quién tuvo serios problemas. Fue destituído al comienzo de su tercera temporada sin haber logrado ninguno de sus objetivos.

Desde entonces, ha deambulado por Europa. Tras una esperada pero corta vuelta a Mallorca, pasó de puntillas por equipos como Betis, Parma, Aris e incluso la selección nacional de Georgia. Los malos resultados le acompañaron durante toda esta etapa, llegando hasta lo que es hoy. Malos tiempos para el argentino, que afronta con más necesidad que ilusión su vuelta a la Liga que una vez le hizo grande.

Maldición Cúper

La casualidad o la crueldad del destino han querido que Héctor Cúper se haya convertido en un entrenador maldito en las finales. Todo comenzó en su primera temporada en Huracán. Llegaba primero a la última jornada del campeonato argentino. Le bastaba un empate frente a Independiente para lograr el título, pero un planteamiento timorato y cuatro goles de un Independiente dirigido por Brindisi, dieron inicio a la maldición.

Desde entonces, el bueno de Cúper ha perdido dos finales de Copa, con Mallorca y Aris, una final de la Recopa, también con el Mallorca, y dos finales de Champions, ambas con el Valencia. Un total de cinco finales perdidas en su carrera, lo que irremediablemente ha creado el mito de “la maldición Cúper”.

Ahora, Cúper vuelve a España para intentar recuperar el tiempo perdido. Llega a una Santander convulsa y engañada por los petrodólares y las falsas promesas. Decisión arriesgada la del argentino, que no ha podido dejar pasar el que puede ser el último tren de vuelta a España y quién sabe si también a la élite. Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor, pues volvamos a las raíces. Suerte míster.