El Deportivo Cali no levanta cabeza, y con el partido de hoy acumuló su cuarto partido seguido sin obtener triunfos. Aparte de ello, se vienen los enfrentamientos por Liga ante los grandes del torneo y la vuelta por Copa ante Independiente Medellín, sin que el Pecoso Castro consiga que sus dirigidos obtengan una victoria y lo más grave, aún sin un buen futbol.

El azucarero tuvo en su formación inicial las variantes de John Lozano y Jeison Ángulo, quienes reemplazaron a Germán Mera y Harrison Canchimbo.  A pesar de las variantes en defensa, el equipo sacó el cero en el arco Hernández, aunque en parte por los desaciertos de los delanteros del equipo visitante.

En la primera parte, el partido estuvo nivelado en su juego. El local intentaba controlar las acciones, pero no tenía dinamita para vencer el arco de Piedrahita.  La única opción llego en los pies de Preciado, quien en el minuto 22 remató cruzado sobre el arco de Piedrahita y Borré en fuera de lugar marcaba con el arco vacío.

Ni Benedetti ni Roa lograron filtrar pelotas de gol a los delanteros, por ello, tanto Borré y Preciado se debían alejar de su área de influencia para lograr conectar el juego asociado del equipo.

En el segundo tiempo, el verdiblanco se vio más suelto, apenas en el primer minuto Borré recibía un pase dentro del área disparando con dirección al arco y el defensa Viafara de Águilas lograba sacar la pelota de gol de la línea.

El Pecoso mandó a la cancha a John Pérez y el equipo se notó más asociativo, tuvo más potencia en ataque, sin embargo, solo inquietó al portero con remates de media distancia que lograba conjurar de buena forma.

En los últimos 15 minutos, con la entrada de Murillo y Guaza no se pudo desnivelar el marcador y por el contrario Águilas, en los pies de Páez y Rodas, tuvo el tanto de la victoria pero el travesaño y la mala puntería del delantero bogotano impidieron que los dirigidos por Quintabani ganaran.

Al final el resultado se mantuvo en un empate sin goles ante un fortín de Palmaseca que hoy lucio con sus tribunas vacías y sin la alegría que se acostumbra ver en el Coloso de Rozo.