Doceavo en el torneo local y un futuro no muy prometedor de cara a los cuadrangulares finales, ese era el panorama de Millonarios cuando Ricardo Lunari se hizo cargo del equipo. Y aunque difícil, aceptó el reto, con toda la responsabilidad que conlleva. 

El DT argentino no es ajeno a Millonarios. Alcanzó el subcampeonato con el cuadro embajador en 1996 y en un lapso de seis meses se ganó el cariño de la hinchada, el cual aún prevalece. Todo esto en su exitoso paso como jugador por Bogotá. Pero ahora, en otra etapa y en otra situación, volvió al club de sus afectos. 

Como estratega tiene un historial casi de novato, teniendo en cuenta que lo único resaltable fue cuando dirigió a Newell´s Old Boys como interino, pero nada más. Así llegó a Millonarios, sin experiencia pero con un sentido de pertencia enorme por el club. Sin embargo el reto no es poner la cara y ya, el reto es más que ponerse a la altura del equipo, ponerlo en la cúspide del fútbol colombiano. Como debe ser. Y todo esto con su poderío táctico, el cual precozmente ya conocemos. 

Diez partidos para el análisis

Desde su debut, ante Santa Fe, Ricardo Lunari ha dirigido como DT de Millonarios un total de diez partidos. Tuvo buenos y malos, como la lógica del fútbol. Pero algunos hinchas azules se empecinaron en decir ''Juzgaré a Lunari a partir del otro semestre''. ¿Es realmente necesario esperar tanto para juzgar su ideología futbolística? 

Es cierto, no tuvo con qué en cuanto a jugadores. O mejor, en cuanto a calidad. Pero diez partidos bastan para por lo menos juzgar su estilo de juego, más allá de lo que tenga y lo que no. 

Tres victorias, dos empates y cinco derrotas fueron el balance de los diez partidos, por el momento, de Lunari dirigiendo a Millonarios. 

Pero antes de hablar de la pizarra, cabe resaltar el carácter que desde su llegada Ricardo Lunari le inculcó al equipo. Sabía que la situación era difícil y que cada partido era una final, lo cual se reflejó en algunos jugadores. También supo ''dejar a un lado'' lo que no le servía. Aquellos jugadores que consideraba no le aportaban nada, casi inmediantamente fueron excluidos. Lewis Ochoa y Nelson Ramos son el ejemplo claro. 

Ahora ya en lo táctico, a partir de la llegada de Lunari el equipo embajador logró más profundidad. Abandonó el absurdo capricho de la línea de tres en el fondo -en mi humilde oponión es el peor invento que padeció el fútbol- y en cambio adelantó las líneas en busca de un equipo ofensivo. Fue atrevido y planteó los partidos para ganar. También incorporó otro volante de creación (Javier Reina), lo que generó más oportunidades. Adaptó la posesión de balón como fundamento de juego y creció con el contragolpe. Aún tiene que mejorar la pelota quieta.