En este momento en el que Juan Carlos Osorio Arbeláez cierra su exitoso ciclo en Atlético Nacional todos hablan de triunfos y de victorias. Osorio es el técnico más ganador en la historia del club, con seis títulos obtenidos. Pareciera ser que solo le faltó alcanzar un campeonato internacional para que su paso por Nacional fuera perfecto, pero a mi parecer no le faltó sólo eso, su etapa en el ‘rey de copas’ no pudo ser perfecta por el simple hecho de que su estilo de juego en general fue poco llamativo. Nos llenó de victorias pero nos alejó del buen juego.

Desde que tomó las riendas del equipo el 3 de mayo de 2012 implantó su filosofía y metodología de trabajo, con la rotación de nómina como bandera representativa de su idiosincrasia. Al principio los hinchas no estuvieron muy a gusto con esta propuesta futbolística, comúnmente utilizada en el fútbol europeo, pero revolucionaria para nuestro fútbol. Veníamos con la convicción popular de que “equipo que gana, no se toca”. Pero Osorio respondió con títulos, sólo 51 días después de su nombramiento como nuevo técnico de la institución paisa logró levantar su primer trofeo.

Quizá esa Superliga Postobon 2012 sería uno de los pocos momentos en su etapa con Nacional en donde el equipo mostró buen fútbol, tanto así que en la final de vuelta en Medellín goleó al Junior  3-0, y puso un amplio marcador global 6-1.

Se prometía buen juego y títulos para los hinchas ‘nacionalistas’, pero Osorio incumplió, únicamente nos dio trofeos vacíos.

El principio, como todo nuevo proyecto futbolístico, fue difícil. Mientras los hinchas aceptaban su metodología de juego, Osorio cambiaba radicalmente la esencia de Atlético Nacional. Un equipo acostumbrado a divertirse con el balón dominado, a utilizar paredes y triangulaciones como fórmula de ataque, a disfrutar de goles creados en equipo; ahora sólo ofrecía un fútbol vertical y de sobreutilización de las bandas, que no deleitaba sino a Osorio, ah, y a los directivos que con cada triunfo tosco y aburrido mantenían económicamente el proceso. Esa fue la apuesta de Osorio, y tuvo la fortuna de que fue eficaz.

Ese juego tan poco atractivo estuvo a punto de sacarlo de Nacional prematuramente. Su fútbol aburridor casi lo deja con las manos vacías en su segundo semestre al frente de Nacional. De no haber sido por ese gran gol de tiro libre de Juan David Valencia contra Itagüí in extremis, Osorio hubiera perdido su puesto. Lo único que lo salvaba era quedar campeón y lo logró frente a Santa Fe. Le echó gasolina al carro. Lástima que la gasolina era de mala calidad; lo llevó muy lejos, pero nunca pensó en el motor.

Semestre tras semestre los hinchas de Nacional nos acostumbramos a ganar, pero perdimos esa exigencia de buen juego con el pretexto de que se consiguen resultados. Osorio nunca intentó jugar bonito, siempre apuntó a lograr trofeos dependiendo de un jugador en específico: Primero fue Macnelly, luego fue Sherman, más tarde Cardona y al final, entre Copete y Yulián se repartían las cargas. No apuntó a un juego en conjunto real, se la jugó por una defensa sólida y unas individualidades en ataque que saturaban de centros intrascendentes el área rival.

La palabra que define a Osorio en Nacional es efectividad. Sin practicar un fútbol llamativo ganaba; anotaba muchos goles y recibía pocos. La Liga Postobon 2013-II fue su segundo trofeo de liga con Nacional, en este ‘los verdolagas’ anotaron 45 goles, siendo el equipo con mayor número de goles anotados, y recibieron 16 tantos, lo que lo convertía en la valla menos vencida del torneo. Este es solo un ejemplo de lo efectivo que era el Nacional de Osorio.

Fracaso internacional

Uno de los objetivos fundamentales de Osorio en Nacional era ganar un torneo internacional, logro que no pudo alcanzar, en gran parte, por su juego poco llamativo que a nivel nacional le daba réditos, pero que a nivel continental no le daba mucho resultado. Se necesita jugar como un grande, pero Nacional pocas veces lo logró en el escenario suramericano.

Lo más rescatable en este aspecto fue la clasificación a la final de la Copa Sudamericana 2014. En la fase semifinal logró avanzar, a pesar de no haber superado a Sao Pablo ni en goles, ni en juego. Los penales desempataron una llave que en la cancha terminó en tablas, pero en cuanto a fútbol fue superado por los brasileros. En la final se mostró el verdadero Nacional de Osorio, un equipo irregular que en casa logró irse en ventaja, pero que al final por una desatención defensiva no pasó del empate. En el partido de vuelta fue ampliamente superado por un River Plate que no fue brillante. Nacional sólo generó un par de aproximaciones en el primer tiempo, y en el segundo jugó como un equipo chico, con mentalidad mediocre -otros dirán prudente- salió a defenderse, buscando la tanda de penales, la cual le traía buenos recuerdos de las semis.

No hay que ser malagradecidos con un técnico tan preparado y eficaz como lo es Osorio. Ganar títulos con Nacional no es tarea fácil, por la presión y la sana costumbre de la afición a ser campeones, pero hay que ver las dos caras de la moneda, Osorio cambió el estilo de juego del equipo, no deleitó a sus hinchas, los volvió festejadores de trofeos vacíos. En mi opinión vale más la forma que el fondo, y la forma de Osorio fue efímera. Si no hubiera quedado campeón tantas veces, ¿qué argumento defendería su paso por el equipo con más hinchada del fútbol colombiano? A mi manera de ver el fútbol, nada. Nos mostró cómo se ganan títulos, pero no cómo se juega el verdadero fútbol.

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