Pasadas las 18:00 horas del lunes 9 de junio, la plantilla dirigida por Oscar Washington Tabárez aterrizaba en el aeropuerto mineiro, para poco después de media hora, llegar al JN Resort, en Sete Lagoas, un pueblo de 200.000 habitantes a setenta quilómetros de la urbe mineira, su lugar de concentración en esta Copa del Mundo.

Uruguay llega a esta cita 63 años después de haber obtenido el máximo trofeo en el memorable partido del 16/7/1950, ante Brasil (1-2) y en el mismísimo Estádio Jornalista Mario Filho, o mejor conocido como Maracanã, en una situación irrepetible, ya que a Brasil, que era local y jugaba ante casi 200.000 espectadores, le valía apenas un empate, fue la única vez que éste torneo se disputó de esa forma.

Hoy, más de medio siglo después, aquella victoria celeste con goles de Schiaffino y Ghiggia sigue en la retina de todos los uruguayos, y también de los propios brasileños, quienes consideran aquella tarde la más negra de su historia deportiva.

La celeste, fue recibida a ritmo de samba en su concentración, con bailes típicos, una batucada e incluso la reina -Samantha Pereira- y la princesa -Flavia Kelby- del carnaval de Sete Lagoas, se encontraban allí.

Los charrúas, que llegan con la duda del máximo artillero europeo -junto a Cristiano Ronaldo con 31 goles- Luís Suárez, despertó una gran admiración por el pueblo de Sete Lagoas, quienes se agolpaban para conseguir una de las 5.000 entradas gratuitas para observar el entreno de esta tarde en el Arena do Jacaré que repartía la prefectura (alcaldía) local.

A partir de hoy, como reza el autobús, comienzan a acuñarse tres millones de ilusiones, que saltarán al campo el próximo sábado a las 16:00 horas en el Vivaldao de Fortaleza, cuando se enfrente a Costa Rica.

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