Al igual que las grandes guerras y sucesos que marcaron un antes y un después en el mundo, las gestas deportivas son víctimas del correr del reloj, lo que lleva a que su continuidad y vigencia dependan de los relatos y memorias de quienes pudieron vivirlo o conservan en sus mentes las palabras de aquellos presentes en el momento de los hechos y de su realización.

Quizá la manera más sencilla de mantener una leyenda viva sea en las páginas de un libro pero a su vez se convierte en un acto ingrato que relega la importancia que merece cada acontecimiento. Las hojas escritas con letras vacías no reflejan la importancia que deberían y la ignorancia de dichas escrituras por parte de quienes deberían heredarlas lleva a la muerte de los protagonistas y sus victorias.

Historia de oro

El fútbol es el máximo exponente que Uruguay ha tenido ante el exterior a lo largo de toda su historia. Sin embargo, cuesta creer como algo que corre por las venas de cada uruguayo sea tan poco relevante desde el punto de vista cultural provocando que con el pasar del tiempo cada gesta épica vaya perdiendo importancia y acercándose cada vez más al olvido.

Cuatro veces campeón del mundo

Todo charrúa sabe que su selección fue cuatro veces campeona del mundo pero eso no basta para mantener vivo el suceso y sus protagonistas si se ignora el contenido de dicha actuación. Cuanto más atrás se va en el tiempo, más notoria se hace la falta de conocimiento y respeto por lo que hoy hace grande al país.

En 1924, cuando comienzan las más grandes e importantes victorias a nivel mundial de la selección, Uruguay logra su primer título fuera del continente al ganar el oro olímpico en Paris. Pero ¿qué tanto conoce el uruguayo promedio al respecto? Sin un gol estelar o imágenes claras del hecho, solamente queda un recuerdo boca a boca por la ausencia de la mayoría de quienes lo vivieron, por el pasar del reloj.

Grandes figuras como el charrúa Pedro Petrone, quien fue el goleador del torneo, carecen del prestigio que merecieran en ese entonces y más en la actualidad, la cual no reconoce su identidad, salvo grandes sabedores del tema e interesados en conocer. No es el único caso con el que los años han sido ingratos si pensamos que él formaba parte de un plantel victorioso al cual la mayoría de los compatriotas ignoran.

La historia no olvida a quienes la forjaron, pero el porvenir parece pecar de necio al tener una falta de interés por lo que lo llevó a ser lo que es en el presente. Ámsterdam 1928 fue el sucesor de Paris –ambos considerados títulos Mundiales en ese entonces- y en este caso la ciudad holandesa se pintó de celeste por Uruguay, sin embargo esta es otra conquista que tiembla estremecida por el reloj.

Al igual que en 1924 los uruguayos se quitaron de encima al local y superaron grandes potencias hasta llegar a la final con Argentina y salir victoriosos pero si al salir por la calle se le consulta a cualquier transeúnte por este hecho, de seguro no conoce mayores detalles al año y resultado definitivo, clavando así otra estaca en el corazón del fútbol.

Recuerdo Mundial

Ya pisando 1930 la sombra del olvido se hace levemente más tenue. La Copa del Mundo nació en Uruguay y eso ya es un dato del saber popular. El país se vistió de fiesta y contó con el privilegio de ser locales para tal acontecimiento histórico. La coronación del equipo celeste en su propia casa ante la selección albiceleste marcó a fuego el camino de este deporte para el pequeño país pero tal marca tiene borrador.

Palabras mayores son el maracanazo de 1950 en Brasil. La gesta deportiva más épica en la historia del fútbol y a su vez la más importante a nivel mundial tuvo como protagonistas a la selección local y a un pequeño país ingrato que no recuerda más que a Alcides Ghiggia -autor del gol definitivo-, al capitán Obdulio Varela y con suerte al golero Roque Máspoli y al autor del empate parcial, Juan Alberto Schiaffino.

Plantel uruguayo de 1950 // emigrantenews.com

La hipocresía corre como agua por las calles cada vez que un uruguayo dice sentirse orgulloso de ser campeón del mundo cuando en verdad sólo sabe cuántas conquistas fueron y desagradecido de sus actos ignora a aquellos quienes le otorgaron ese sentir que lo coloca en el mapa a la vista del planeta pese a ser un pequeño paisito.

Sin embargo se condena al olvido a los protagonistas de las hazañas al cubrir con soberbia e ignorancia las huellas de quienes abrieron el camino y de los resultados que dejaron hacia el futuro esperando dar alegría a su pueblo, el mismo que hoy lo lleva a la muerte mediante la amnesia voluntaria aunque quizá inconscientemente.

Uruguay cuenta con el título obtenido en la Copa de Oro de Campeones Mundiales, también conocido como el Mundialito de 1980 el cual se disputó en territorio charrúa. El campeonato exclusivo para quienes en ese entonces habían logrado ser los poseedores del mayor trofeo a nivel del planeta entero en la materia fútbol.

Uruguay es el país que más veces ganó la Copa América (15)

El uruguayo parece caminar por la vida ignorando ser hijo de un país que es el más ganador a nivel continental en lo que a Copas América refiere, que cuenta con el enorme privilegio de ser campeón del mundo, y aun así se cuestiona a sí mismo y se plantea discusiones sobre las cuales reina la ignorancia de no saber valorar y respetar lo que la historia le dejó a su favor.

El 2010 y el 2011 parecieron haber traído un poco de la luz que se extinguía, gracias al cuarto puesto en el Mundial de Sudáfrica y al trofeo levantado en Argentina al año siguiente. Despertaron un poco la memoria dormida, anestesiada con desilusiones y derrotas que pesaron en lo más profundo antes de hacerse costumbre.

Los grandes olvidados

El respeto se expresa de muchas formas, no sólo con mantenerse correcto ante lo pasado. El estar consciente de lo sucedido es otra forma de demostrar la gratitud para otorgarle eternidad a los protagonistas de la época y a sus logros. El problema comenzará a surgir con los años cuando quienes hoy están luchando por mantener la llama, vayan desapareciendo y no aparezcan nuevos predicadores.

No sólo la selección es víctima del olvido o de la corta memoria, sino también los clubes más importantes a nivel local como lo son Peñarol y Nacional. Grandes equipos que supieron ser parte de la elite mundial y hoy en día dejaron de ser competencia a nivel continental.

Desde la primera Copa Libertadores obtenida por el carbonero en 1960 hasta la última alcanzada por el tricolor en 1988, el fútbol uruguayo fue competitivo en todos lados. Pero desde hace 26 años que la sequía de victorias está intentando hundir todo lo logrado por las generaciones anteriores.

Copa Libertadores ganada por Peñarol en 1960 //
futbolred.com
Copa Libertadores ganada por Nacional en 1988 //
nacionalenusa.com

Hoy los caminos están equivocados desde afuera hasta adentro de la cancha. Los equipos e hinchas ya parecen haber bajado la mira y la competencia entre ellos ya no es un trofeo internacional e intercontinental, sino el tamaño de una bandera y un simple campeonato local. Sin embargo no es solamente al público a quien se puede juzgar por el desapego hacia lo pasado, sino también al futbolista.

Esos caballeros que hoy salen a las canchas y no parecen sentir lo mismo que sentían quienes lograron grandes cosas, son protagonistas y culpables del olvido de sus antepasados. Se podrá decir que antes era más fácil obtener conquistas y es verdad, pero también es verdad que así como era más fácil para los uruguayos lo era para todos los demás ya que competían en las mismas condiciones.

La muerte y el sueño son hermanos

En la mitología griega los dioses de la muerte y del sueño eran hermanos gemelos, Tánatos e Hipnos, dando a notar la similitud de ambas situaciones en las cuales el cuerpo humano se llega a encontrar. El segundo intenta imitar al primero impidiendo todo sentido de vida a quien cae en su estado.

De igual manera sólo resta la esperanza de que los grandes héroes y las enormes hazañas futbolísticas, casi increíbles, logradas por un país tan chico, no estén muertas y nunca lo estén aunque pasen por el olvido, sino que se encuentren en un sueño de descanso esperando despertar y devolver la gloria escondida en el fonda de una mente sin recuerdos.