El seleccionado albiceleste fue —por fin— efectivo y, tras superar el envión guaraní del epílogo del primer tiempo, pudo imponerse en el juego ante un rival que luego de recibir el tercer gol dejó de oponer resistencia y permitió que el juego de los hombres de Gerardo Martino aflorase en su máxima expresión.

El partido fue trabado en su inicio. Con las piezas aún no acomodadas, en el minuto 14 Messi ejecutó un tiro libre que picó dentro del área y que, tras un rebote, fue tomado por Marcos Rojo, quien tras un remate de zurda decretó la apertura del marcador.

Paraguay, para colmo de males, cuando corría media hora de partido  se vio forzado a reemplazar a dos de sus mejores hombres: Derlis González y Roque Santa Cruz se lesionaron y no pudieron continuar en el campo de juego.

En ese momento, tras una gran combinación colectiva por bajo, llegó el segundo gol de Argentina. Fue un tanto que tuvo el sello de su entrenador. Luego de una secuencia de toques, Messi colocó una bellísima asistencia hacia Javier Pastore, quien pisó el área y con un tiro cruzado batió a Justo Villar.

Luego de estirar la ventaja los albicelestes comenzaron a sentirse cómodos, pero la sensación duró poco. Sobre el cierre de la primera mitad y tras marrar un par de situaciones claras, el equipo de Ramón Díaz logró el descuento. Una mala salida de la defensa argentina encontró mal parada a la zaga central, que dejó que el recién ingresado Lucas Barrios recibiera el balón estando solo dentro del área y sacara un potente remate que azotó la red. El gol le ponía un manto de incertidumbre al partido.

Inclusive Bobadilla pudo igualar el juego en una de las últimas acciones de la etapa inicial, pero su remate se fue por encima del horizontal del arco de Romero. El pitazo de Sandro Ricci decretó el descanso y salvó a Argentina.

En la segunda mitad el seleccionado albiceleste volvió a esa zona de confort en la que se encontró por apenas diez minutos entre el tanto de Pastore y la arremetida guaraní. El impulso paraguayo no murió, pero los hombres de Martino se serenaron, jugaron con inteligencia y obtuvieron réditos sin tener que esperar demasiado.

La presión alta del conjunto albirrojo continuó, pero fue sorteada con asociaciones a un toque y movilidad. En el minuto 2, Zabaleta se vio encimado sobre la banda por dos rivales y jugó para adelante con Biglia, quien con un toque volvió atrás hacia Mascherano y salió del ahogo. El hombre de Barcelona habilitó a un Pastore vestido de enlace que dejó de cara al gol a Di María, quien no perdonó.

Es una jugada para ver mil veces, para dejar en claro de una buena vez que el pelotazo sin destino no es la única opción para salir desde el fondo.

Cinco minutos después, Messi en una incursión individual dejó a tres hombres por el camino y habilitó a Pastore por izquierda. Su remate fue contenido por Villar, pero Di María tomó el rebote y amplió la ventaja, marcando su segundo gol personal y el cuarto de Argentina.

El conjunto albirrojo murió futbolística y anímicamente en ese minuto 52, y con él el encuentro. Como si de por sí no contara con pocas armas, las lesiones lo diezmaron, y en esas condiciones tuvo que salir a buscar el partido —recorriendo así un camino que le es por demás extraño— frente al equipo más poderoso del continente, que atravesaba su mejor momento en esta Copa América.

Agüero —de cabeza— e Higuaín aumentaron la diferencia, pero si omitiésemos mencionarlo el análisis del partido permanecería incambiado. Muchos otros pudieron hacerlo.

Ricci dio por terminado el encuentro exactamente en el minuto 90 y puso fin al martirio guaraní.

Ya no quedan choques de estilos en el certamen. Los dos seleccionados finalistas comparten un mismo modo de entender el juego.

Algunos pensarán que es mera casualidad y que este hecho se debe exclusivamente a que ambos cuentan con una generación de futbolistas de alto nivel que naturalmente se imponen sobre el resto. Porque no habrá muchos como Vidal, Sánchez y Valdivia, o como Messi, Agüero y Di María.

Otros, en cambio, creerán que el deporte va más allá de la mera coincidencia en el espacio y en el tiempo de hombres talentosos. Pensarán que el trabajo y las ideas resultan claves para que a través de sistemas y regímenes puedan alcanzarse objetivos comunes. Es más, podrán decir que el propio método o técnica hace al jugador y lo transforma, generándose una retroalimentación entre individuo y procedimiento.

Más allá de la tesis que se respalde, la realidad muestra que las selecciones de Gerardo Martino y Jorge Sampaoli son finalistas de la Copa América 2015.

Hoy en Concepción la albiceleste hizo seis goles y triunfó con luz, y con ella ganó el fútbol.