Las palabras escogidas por Juan Manuel Márquez nada más acabar el tercer combate contra Manny Pacquiao pueden entenderse como un resumen de todos los aspectos de la velada celebrada durante la pasada madrugada en Las Vegas. “Otra vez”. Otra vez una decisión polémica, otra vez el mexicano puso en grandes apuros al considerado el mejor libra por libra del mundo, y otra vez volvimos a ver una lucha entre dos boxeadores que se conocen a la perfección.
Al sonar la campana por primera vez los movimientos de ambos púgiles trasmitían mucho respeto por el contrario. Juan Manuel Márquez no quería volver a caer al suelo, como hiciera en tres ocasiones en el primero de sus combates allá por 2004, y el tagalo tanteaba con entradas y salidas la actitud del mexicano. Las primeras buenas combinaciones de Márquez llegarían a un minuto del final del segundo round, cuando los dos boxeadores se encontraban por primera vez. Márquez gestionaba bien sus opciones, buscando castigar a su oponente con fuertes golpes en el cuerpo, mientras que Pacquiao conseguía conectar algunos puños de los muchísimos que lanzaba. El combate parecía más tranquilo de lo que se esperaba, pero estaban condenados a encontrarse en los siguientes asaltos.
En el quinto round Márquez se ocupó de dejar bien claro a todo el mundo que podía ganar a Pacquiao, que él era su kriptonita. Mediante un 'upper' y varias derechas fortísimas, el mexicano detenía por completo el ritmo de combate de Pacquiao, acostumbrado a moverse y atacar en grandes oleadas. Pero lejos de parecer completamente inutilizado por Márquez, el PacMan tiraría de orgullo en el siguiente asalto, haciendo tambalearse a Márquez en una ocasión. En el cuerpo a cuerpo descarnado Manny tenía las de ganar, sus golpes a diestro y siniestro con más frecuencia que precisión, mostraban por primera vez a un Márquez tocado. Su cara empezaba a hincharse por culpa del castigo del filipino.
Sin embargo, recordando la entereza que mostró en los dos combates anteriores, cuanto peor lo pasa más fuerte es la respuesta que propina Juan Manuel Márquez, que se adjudicó el séptimo round con claridad, enganchando varias derechas de forma consecutiva y un espectacular gancho a falta de 30 segundos para el final. Hasta ese momento, Márquez se había llevado 4 de los 3 asaltos disputados.
No era un combate fácil para ninguno de los dos, Márquez había salido airoso de los cuatro primeros rounds, aquellos en los que los expertos le vaticinaban mayores posibilidades de besar la lona, y además dominando y frenando el ritmo de combate que quería imponer el PacMan. Sin embargo, como si fuera un resorte, este sobresalía en el round posterior al que había recibido el mayor castigo, como lo hiciera en el octavo, donde comenzó a concretar más sus golpes, en lo que parecía una preparación para lo que sucedería en el noveno. Empezaba la guerra.
Los golpes cruzados estallaron poco antes de un minuto para el final del asalto, con un Pacquiao desatado que volvía a sacar de paseo esa trituradora de carne que tiene en los puños, descuidando demasiado la defensa y recibiendo también varios golpes fuertes de un Márquez que desde su cintura doblada por los golpes, escupía puños cruzados como si de serpientes atacando se trataran. La fiereza desposeída de todo control del PacMan le adjudicaba el que sería el mejor round de la noche.
En el décimo round Pacquiao volvería a llevar la iniciativa, sin ofrecer blancos fáciles para Márquez, entrando y saliendo continuamente. El mexicano comenzaba a verse cansado, pero conseguía conectar buenas derechas a un pacquiao que dejaba de lado cualquier tipo de preocupación defensiva para conseguir aunar más puntos en las tarjetas. Llegados a este momento, ya estaba claro que no se vería ningún nocaut en el MGM de Las Vegas.
La cadencia de golpes y la elección de Márquez era perfecta, que en los dos últimos asaltos encadenaría mejores combinaciones, a las que su oponente respondía con otra buena mano izquierda. No era fácil dilucidar un ganador, ambos boxeadores se habían llevado sus rounds por muy poca diferencia, Márquez estaba a un paso de hacer rica a la gente que había apostado por él.
Al final del combate, un gesto aclaraba la percepción del mismo, y hacía más tangible la sorpresa. Tras el tañido final de la campana, Pacquiao se dirigía cabizbajo a su esquina, mientras que el mexicano levantaba su mano derecha en señal de victoria.
Pero las cartulinas volverían a dejar igual número de satisfechos e indignados que en el combate de 2008, con puntuaciones de empate a 114, 115-113, y 116-112, Manny Pacquiao retenía el cinturón de Campeón del peso welter por la Organización Mundial de Boxeo por decisión mayoritaria. Opiniones aparte sobre si el resultado es justo o no, Márquez demostró que es capaz de anular a Manny Pacquiao, y que sería capaz de volver a hacerlo si le dieran la oportunidad.