Ya lo decíamos hace una semana: "Como un general romano, Nibali decide con su pulgar el destino de la carrera, el destino de sus rivales. Él decide cuando y dónde atacar, cuando y donde elevar o bajar el pulgar. Ese control y esa fuerza que le permite dominar los tiempos". Esto se ha cumplido a la perfección y poco a poco, ese general nacido en Sicilia, se ha ido convirtiendo en lo que es tras la victoria en la ronda francesa: el 'Emperador Nibali'.

Ha tenido la fuerza para dominar la carrera en todos los terrenos, como un buen 'General', con potencia, con superioridad. Ha sabido llevar a cabo un buen plan basado en una estrategia perfectamente estudiada, desde la posición de privilegio que tenía tras su buen arranque y la baja de sus dos grandes rivales. Una estrategia perfecta de desgaste y ataque, de valentía y ambición. Ha sabido confiar en los suyos, en su ejército, en su equipo y en sus hombres de confianza como Scarponi, Fuglsang o Kangert. Y también, ha sabido decidir los momentos puntuales: cuando matar y cuando ser benévolo. Cuando atacar y cuando dejar el protagonismo a otros ciclistas. Todos estos aspectos nos recuerdan a la figura de los generales romanos y es por ello que Nibali ha recordado a los viejos gobernantes del Imperio Romano.

Todo comenzó allá por el 5 de junio. Un Vincenzo Nibali algo dubitativo llegaba a la salida de Leeds con mucho que ganar pero también mucho que perder. Aparentemente parecía lejos del nivel de Froome y Contador, por lo que un tercer puesto era su objetivo más claro, viendo como llegaban sus rivales, pero, ¿y si fracasaba y no lograba colocarse entre los tres primeros? Pero esas dudas, ese estado de forma un tanto dubitativo se esfumaron en la segunda etapa.

Y es que el 'Emperador del Tour' se lanzó en el descenso del último repecho para hacerse con la victoria y el liderato en la meta de Sheffield. Primer zarpazo, Nibali bajó su pulgar, demarró y se llevó el maillot amarillo, una prenda que apenas soltaría hasta llegar a París. Primer pequeño "conflicto" superado con victoria. Quedaba aún mucha guerra.

Fuente: EFE.

El pavé encamina la guerra

Su dedo volvió a caer en una etapa cuyos recorrido tenía nombres y apellidos con letras mayúsculas: Arenberg y nueve tramos de pavé que recordaban a la durísima París-Roubaix. Nibali volvió a agitar su pulgar, de nuevo hacia abajo, para asentarse aún más en el liderato, metiendo tiempo a sus principales rivales que llegaron rendidos a la línea de meta, sucumbiendo al podería del futuro 'Emperador'. El Tiburón llegó fresco, como pez en el agua, en condiciones adversas y con un terreno que requería de una cosa: valentía. Esa valentía que todo buen General romano debía tener antaño, y esa ambición que le ha hecho ser el 'Emperador del Tour'.

El 'General' siciliano tuvo su único episodio de debilidad en las rampas de La Mauselaine, cuando Contador le sacó de punto en esa última pendiente final. Fue una pequeña batalla perdida por Nibali, pero solo eso, una mera anécdota, una mera demostración de que el líder, el mejor, también es humano, también es mortal.

Como se pudo ver en la etapa con final en Mulhouse: el jefe, el 'General' de este Tour Francia tiró de modestia y de una cierta dosis extra de confianza, para dejar el maillot amarillo en manos de Gallopin, sabedor que no sería difícil recuperarlo. De esta forma, Nibali dejaba muestras de la generosidad que todo líder debe tener, no solo para con los suyos sino con los rivales. Esos detalles, el de no volverse loco para mantener el liderato, el de "dejar" en cierta medida que Gallopin y Francia disfrutaran de su fiesta nacional de amarillo, hace grandes a los grandes.

Los Vosgos: la selección

Y al día siguiente, el resto de generales del Tour habían desaparecido. Contador abandonaba unos días después que Froome dejando a Nibali al mando, en lo alto de la colina, pudiendo vislumbrar la jugada, viendo qué pieza mover y cuál no, controlando todos los aspectos de la batalla en la que se convierte, de forma abstracta, esta carrera. Con todo a su favor, Nibali volvió a retorcer su muñeca, a bajar su pulgar, para imponerse en la primera gran etapa de montaña. Las rampas de Planche des Belles Filles dejaron a Contador como víctima por abandono, pero el pulgar del 'General' dejó nuevas víctimas. Y es que El Tiburón demarraba con clase y soltura para dejar atrás a todos sus rivales. Lanzaba un ataque que dejaba a sus oponentes al borde de la rendición. Atacó con total confianza y sobrado de fuerzas, para llevarse la batalla de Los Vosgos.

Fuente: ASO | X.Bourgois.

Primer bloque superado, pensaría Nibali, y con más de dos minutos de renta. Lo tenía en su mano pero él siguió concentrado, sin perder ningún detalle. En todo momento permaneció atento desde su posición privilegiada, en lo alto de la colina, para evitar sorpresas, para asentar aún más su superioridad.

Los Alpes: la sentencia

Y llegaron los Alpes, terreno duró y lleno de escaramuzas pero lejos de las grandes montañas del macizo europeo. Y a la primera, el siciliano no se dejó sorprender. Y vaya si lo intentaron los rivales desde la retaguardia: Pinot y Valverde le buscaron las cosquillas, y el 'General Nibali' respondió a la ofensiva. Primer contemporizó la embestida, se acercó poco a poco para atacar definitivamente. Volvió a bajar el pulgar, volvió a ganar y volvió a exhibirse. Y en la segunda batalla de los Alpes, la de Risoul, más de lo mismo. Esta vez el dedo de Nibali fue benévolo con un Majka que buscaba su gloria personal y levantó el pulgar en favor del polaco, dejando el protagonismo para otros actores secundarios. Nibali volvió a ser el mejor aunque prefirió no forzar en exceso pues la guerra estaba prácticamente ganada. Los ataques de Nibali fueron tumbando a sus rivales que volvieron a perder tiempo con el siciliano.

Fuente: ASO | X.Bourgois.

Los Pirineos: la exhibición

Llegaban los Pirineos. La batalla estrella de este Tour de Francia: Bagneres de Luchon, Pla d'Adet y la etapa reina, con Tourmalet y Hautacam en su recorrido. El líder se tomó con calma los dos primeros días aunque su ritmo, muy superior al del resto de rivales, provocó una nueva criba en Pla d'Adet. De nuevo el pulgar hacia abajo. Y las víctimas no fueron más porque supieron agarrarse a su rueda, como hizo Peraud. No ganó pero volvió a demostrar que era el más fuerte. Sus rivales ya no se preocupaban de intentar derrotar al siciliano, con muchas más armas que ellos, sino en sus batallas particulares. Algunos, como Peraud o Pinot atacaban a otros que estaban al borde de la retirada, como Valverde o Bardet, que querían acabar cuanto antes, pero la guerra se les iba a hacer demasiado larga.

El colchón de Nibali era tal que sus rivales ya ni le tenían en cuenta. Preferían evitarle, dejarle ir. Eso ocurrió en Hautacam. En la etapa reina, en el hogar de los héroes de este deporte. Nibali lo dijo: "Quería esta etapa desde el principio". Y dicho y hecho. A falta de diez kilómetros, cuando ni siquiera el resto de favoritos lo había probado, saltó el 'General', en su último gran ataque, en su última gran exhibición. Bajó su pulgar de forma definitiva para dar por terminada su aventura en esta guerra.

Lo que pasó después, la crono y la gloriosa etapa final, no tendrán mayor importancia en las memorias de este glorioso ganador del Tour de Francia, cuyas hazañas serán recordadas durante el tiempo, como las grandes hazañas de los ejércitos romanos capitaneados por un general. Ese 'General' ha pasado a ser el 'Emperador' del Tour de Francia. Un gran emperador: ambicioso, humilde y dominador.