Messi no acostumbra a hablar. En contadas ocasiones le vemos ante los medios de comunicación y cuando lo hace es para mandar un mensaje estudiado y medido, consciente de la inigualable repercusión de sus palabras. 

Ayer bastaba con mirar a la cara de Messi durante un partido para sentir, tanto o más, que cuando maneja es esférico con la bota izquierda. El partido de ayer de Messi tuvo varias fases. Varias caras. 

Empezó con la de matador. Los ojos del Messi matador de 2012 volvieron a aparecer ayer en el Etihad. Sus ojos se centraban en un balón que en contadas ocasiones fueron capaces de arrebatarle La bola pasó más de una y dos veces entre las piernas, atabiadas con medias azul cielo, de jugadores del City. 

Lo dijo Mascherano en la película de Messi: "cuando se enfada, cuando se pica, te tira un caño". Si Clichy hubiera  vestido sotana, esta tendría un boquete circular de 70 centímetros. 

La cara de cazador la alternaba con una sonrisa de media boca. Entrecortada pero pícara, la sonrisa del astro era un síntoma inequívoco de que se estaba divirtiendo. El crack arrancó con un balón desde propio campo, se zafó de 3 defensores y la pelota acabó en una caída de Messi en el área, gracias a una gran acción defensiva de Kompany. La sonrisa de Messi tras esa jugada, sacando la lengua, mandaba un mensaje inequívoco: "la próxima no me la quitás". 

En el inicio de la segunda parte se dedicó a mover el balón a su antojo. Alternó cambios de orientación a Neymar con pases cortos. Una de las jugadas que más repitió es la de dar el balón al compañero y él mismo recogerlo de su bota, jugada que evoca irremediablemente al segundo gol del Bernabéu, en aquella jugada Maradoniana en que superó a 4 defensas blancos tras recoger el balón de la bota de Busquets. 

A medida que el City ganó terreno al Barça, la sonrisa lo perdió en el rostro de Messi. Clichy, poco antes de ser expulsado, recuperó un balón de los pies de Messi que acabó en el 1-2 del Kun.  

Tras una segunda parte casi apática, Leo forzó un penalti en el 93. Fuera de tiempo, Zabaleta estuvo al borde del llanto. Sabía que había regalado la clasificación a los de Luis Enrique tras una segunda parte más dura para su equipo que la batalla de Waterloo. 

Cuando Messi cogió el balón, su cara no distaba mucho de la de Zabaleta. Serio, impasible. Sus ojos centrados en el balón transmitieron miedo. El mismo miedo que tiene Messi ahora cuando tiene que patear una pena máxima. Necesita marcar un penalti en un partido importante. 

Tras el error del penalti, la cara de Messi fue de decepción absoluta. La decepción del mejor del partido. Bendita decepción. 

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