Nino ha vuelto a su hábitat natural, al lugar en el que de forma más eficiente desarrolla su profesión, la de goleador. Vuelve a la categoría que le vio coronarse como máximo artillero hace seis temporadas, allí donde el almeriense dejó la mayoría de sus tardes de gloria. De hecho, no parece descabellado pensar que, probablemente, la Segunda División sea el lugar en el mundo de Juan Francisco Martínez Modesto. Y está de vuelta.

La reaparición de Nino el sábado pasado resultó grandiosa, dejando incluso cierto regusto a gesta épica en el paladar del aficionado, que hace unos meses asimiló con apatía que el tiempo del 7 como rojillo había tocado a su fin. Imposible no encontrar cierto paralelismo —y más siendo Nino almeriense—  con aquel Clint Eastwood en “Sin perdón”, un forajido retirado que vuelve a las andadas para sacar adelante a su familia, pero sobre todo para volver a disfrutar de su viejo oficio, de aquello que mejor sabe hacer en la vida, ser un pistolero implacable.

Al de Vera le plantaron en frente un grupo de chavales con un nivel técnico más que notable pero con menos oficio que barba. Visto con la perspectiva canalla del tiempo, la batalla parece demasiado desigual, excesiva ventaja para quien lleva década y media valiéndose de su astucia para superar rivales mucho más experimentados. Así las cosas, Nino, en el día que volvía a su “Saloon” preferido, desenfundó cinco veces y atinó tres, aunque el sheriff del lugar diera equívocamente por nula una de sus dianas.

Los números

Si en las primeras líneas de este artículo se afirma con rotundidad que el delantero centro almeriense ofrece su mejor versión en Segunda División es porque los números así lo avalan. Las estadísticas, frías por definición, incapaces de medir algunos intangibles fundamentales en un deporte colectivo como el balompié, arrojan, en este caso, una conclusión difícilmente discutible: Nino rinde mejor en Segunda División que en primera.

Nino mete un gol cada 206 minutos en segunda división. En primera, cada 364

Hay un dato que resulta muy revelador: Nino mete un gol cada 206 minutos en la categoría de plata, cifra que empeora bastante en Primera División, donde anota cada 364 minutos. Y la muestra es lo suficientemente importante como para dar credibilidad al estudio. No obstante, el hoy rojillo ha disputado 378 partidos en segunda (haciendo 152 goles) y 122 en primera (24 goles).

Hasta este sábado, su paso por la Segunda División del fútbol nacional se dividía en dos etapas. En la primera, con el Elche CF, el menudo futbolista andaluz se destapó como goleador regular, dejando 86 goles en las 7 temporadas que permaneció en la plantilla blanquiverde. En la segunda, con el CD Tenerife registró un total de 78 goles en 159 partidos, incluyendo los 14 tantos que consiguió en la 2009/2010, su peor campaña en la isla y, sin embargo, su mejor campaña en Primera División. En la temporada 2008/2009, en la que se coronó pichichi de la categoría, consiguió perforar la portería rival en 29 ocasiones. Una barbaridad.

Los números de “el cañonero de Vera” en Primera División pierden mucha alegría. Exceptuando la ya citada buena campaña con el Tenerife, en la que su excelente cifra de goles no sirvió para evitar el descenso, el resto de cursos se cuentan —en mayor o menor medida— por decepciones. Con el Levante solo fue capaz de marcar un gol en 923 minutos, y en Osasuna la cosa no se puede decir que le fuera mucho mejor: nueve tantos en tres temporadas. Bagaje más que escaso para un futbolista que vive del gol.

Arranque esperanzador

Las estadísticas hablan alto y claro, la productividad de Nino en la hoy denominada Liga Adelante se dispara. Una característica que parece ideal para el presente de un equipo como Osasuna, que tiene en la dificultad para hacer gol un problema casi crónico. Además, las penurias económicas por las que pasa el club complican sobremanera incorporar jugadores con gol, ya que son los más cotizados del mercado, por lo que los tantos del 7 rojillo se antojan vitales.

El pero, que lo hay y bastante importante, es lo que hace que el optimismo no se haya convertido en una euforia desmedida en la capital navarra: La edad. Nino cuenta ya 34 primaveras y terminará la temporada cumplidos los 35. A priori, demasiados para un jugador de su posición, sobre todo tras la grave lesión de rodilla que sufriera la pasada temporada, de la que por otro lado, parece estar completamente recuperado.

La necesidad es el principal motivo por el que el andaluz tiene una nueva oportunidad de demostrar lo que vale, y, por lo visto, no tiene ni la más mínima intención de desaprovecharla. Si hay algo de lo que no se podrá dudar nunca sobre Nino es de la capacidad para mandar el balón a la red, más si cabe en Segunda División. Quien sabe si esta será la temporada de su despegue definitivo como rojillo. Por de pronto, desde el pasado sábado, los altavoces de El Sadar ya solo emanan música de Ennio Morricone, es un aviso para los forasteros, el pistolero de plata ha vuelto a la ciudad.