Si lo de Anduva fue un punto de inflexión, lo este sábado ante el Lugo ha sido un auténtico agujero negro. O, más bien, espiral. Una espiral de errores —por ser inocentemente finos—, negatividad, decepciones, etc. Realmente, sobran las palabras; y no para bien. Aquel que haya visto el encuentro entre Osasuna y Lugo poco tiene que leer o reflexionar para sacar en claro algo del partido. Y es que quizá el aspecto más positivo de esta jornada para la parroquia rojilla es que, con 11.025 espectadores, El Sadar firmó la entrada más baja en lo que va de temporada. Es decir, solo 11.025 espectadores tuvieron que sufrir el esperpéntico partido de los Urban, que apenas tocaron un balón con criterio y que parece que se empeñaron en hacerle la vida imposible al técnico polaco, que llegaba al partido con su puesto en la cuerda floja tras acumular tres derrotas consecutivas.

Y con esta van cuatro. Cuatro derrotas en cuatro partidos, tres de ellos en casa y sin siquiera anotar un mísero gol —en la portería rival—. Alguien debió decidir que, con la que está cayendo, tomar el partido el partido ante la Llagostera como el punto culminante de una caída estrepitosa era demasiado duro para un equipo que no está teniendo una temporada nada fácil. Pero es que lo de esta jornada 27 es casi un punto de no retorno. Hace muchísimas jornadas que Osasuna juega prácticamente con un jugador por línea; y hoy, ni eso. Santamaría debe estar al borde de entrar en depresión, Vujadinovic hoy no ha sido el referente en la zaga de otros partidos, Mikel Merino no ha aparecido en los 68 minutos que ha estado sobre el césped —tiempo que ha pasado hasta que ha condenado a su equipo a la inferioridad con una entrada inexplicable— y, por último, Sisi y Nino, sin duda los más voluntariosos del cuadro rojillo en lo que va de curso, están demasiado solos para crear peligro. Osasuna no funciona, está roto. Y o alguien se da prisa o el daño puede ser irreparable.

Ni tres minutos

Tras el batacazo ante el Mallorca, Urban preparaba novedades. Estaba obligado a ello. Vujadinovic pasaba al flanco izquierdo de un equipo que tiene en el balcánico (central) y Sisi (extremo) sus mejores laterales —un problema—. No obstante, el manchego, que volvía tras cumplir dos partidos de sanción, pasaba al extremo y dejaba a Javi Flaño a cargo del carril derecho. David García, aclamado por la grada, volvía al eje de la zaga tras muchos partidos fuera del equipo, mientras Merino y Raoul Loé ocupaban la sala de máquinas rojillas. Arriba el propio Sisi, un apagado Torres y el voluntarioso pero poco acertado Ansarifard. En punta, Nino.

Raoul Loé repitió el error del partido ante el Zaragoza

Sacaba el Lugo de centro y el inédito once rojillo se tiraba en busca de la pelota. Presión arriba y fútbol directo. No había tiempo que perder. Había que reengancharse, convencer a la afición y salir del marrón. Uno, dos y tres. Raoul Loé recibía un balón a la altura del área rojilla y pegado a la línea de cal de la banda derecha. El camerunés, espeso, utilizaba su cuerpo para proteger la pelota de un jugador gallego y, entonces, al aficionado le vino a la mente su jugada ante el Zaragoza, aquella idéntica y que supuso el gol de la victoria maña. También se le pasó a él por la mente y se ve que fue en ese preciso instante cuando perdió la pelota. Toni se hacía con el esférico y mandaba un centro peligrosísimo al interior del área. Los aficionados se temían lo peor y entonces aparecía el puño de Santamaría para despejar el balón. "Ufff, pues menos mal", debió pensar Loé. Pero el balón le cayó a Iriome en el lado izquierdo del área defendida por el meta rojillo y el tinerfeño no se lo pensó. Trallazo y a guardar: 0-1, minuto 3.

Indar Gorri no pisó esta jornada la grada de El Sadar

Si ya de entrada el ambiente estaba frío, el gol gallego terminó de matar las expectativas del aficionado rojillo. Una mala hora para ir al fútbol, una racha pésima, un juego lamentable e Indar Gorri, la sección más ruidosa y enérgica del osasunismo, inmersa en una protesta contra la Liga de Fútbol Profesional que esta semana ha dejado varias gradas vacías. Sin el aliento de su afición, el cuadro navarro se vio sobrecogido y lo único que levantó al espectador de su asiento fue una disputa entre varios sectores del estadio que discutían sobre si pitar o aplaudir a Raoul Loé por su enésimo despiste.

Según se pasaba la pájara inicial, Osasuna se hacía con la pelota y el Lugo, que hasta el momento solo había ganado un partido fuera de casa, suficiente tenían con intentar mantener su renta. Eran momentos de dominio rojillo y en los que el balón apenas bajó del medio campo. Sisi era, sin duda, el jugador más activo, pero apenas un centro suyo que cerca estuvo de rematar Nino fue la mejor opción de gol que tuvo el equipo durante ese tramo del partido. Y entonces el Lugo recuperó un balón. Y tocó y tocó y volvió a tocar. Y mareó a Osasuna y cargó un lado y cambió al otro y David López, que volvió a jugar un buen encuentro ante su exequipo, devolvió un balón genial al propio Iriome. El canario se sumergió en el área rojilla por segunda vez desde el pitido inicial para poner un centro al punto de penalti sin rematador aparente. Pero David García, oxidado tras demasiadas jornadas en el banquillo y probablemente con exceso de ganas, puso la pelota en el fondo de las mallas en un intento de despejar la bola: 0-2, minuto 12. El Lugo, casi in bajarse del autobús, ponía tierra de por medio.

El desánimo era total. Dos acciones, dos goles; dos goles, dos errores de Osasuna. El Lugo no ganaba el partido, lo estaba perdiendo el equipo navarro, lo estaba regalando. Incluso Roberto Santamaría, que no acostumbra a tener errores de bulto, pudo comprometer a Osasuna en un despeje que pegó en Lolo Plá y se marchó por línea de fondo de milagro. Inmediatamente el meta pamplonica ponía el grito en el cielo. Achacaba su error a la falta de apoyos y su reproche bien puso ser generalizado y persistente en el tiempo, porque hoy los hombres de rojo se vieron en todo momento solos con la pelota en los pies.

Y entonces hubo un atisbo de reacción. ¿De quién? de David García. Escocido por el gol, el jovencísimo central navarro tuvo dos ocasiones consecutivas tras centros de Roberto Torres. El primero fue un cabezazo desde la frontal del área que se acabó envenenando y tuvo que sacar Dani Mallo en su escuadra izquierda; el segundo, en ese córner que él mismo forzó, al rematar, con la ayuda de un defensa, el servicio de su compañero y forzar, de nuevo, otro saque de esquina. Era el minuto 25.

Y hasta ahí llegó el contraataque navarro. Tres minutos más tarde el Lugo tenía su tercera llegada al área, la primera sin consecuencia y casi sin peligro, pero en el 37, de nuevo Iriome, pudo sentenciar —todavía más— a su rival. Una recuperación, un balón en largo desde la defensa y una zaga partida. La fe del canario sirvió una ocasión de gol al Lugo, pero, cuando se encontraba prácticamente solo ante el portero quiso recortar, la jugada se fue al traste. Su balón al punto de penalti, ya sin peligro, era despejado con contundencia por Raoul Loé, otro que intentó por todos los medios enmendar su error. Un disparo suyo en el 41 se convirtió en la segunda mejor ocasión de los navarros, pero el balón salió ligeramente alto. Aún así, el camerunés volvió a evidenciar una acusada falta de ideas y orientación que terminó por pegarle al joven Mikel Merino, que cuajó su peor partido desde que frecuenta las filas del primer equipo. Sin brújula ni timonel, Osasuna estaba vendido y la primera parte tocaba su fin.

45 minutos de despropósitos

El videomarcador recordaba al descanso algunos de los mejores goles de la historia rojilla, como intentando levantar el ánimo de la grada. Sin embargo, el más optimista de los aficionados navarros se había pasado toda la primera parte diciendo eso de "hay que meter un gol antes del descanso para meterse en el partido", así que los tantos de Raúl García y Urban en épocas pasadas no eran hoy consuelo para nadie.

Comenzaba la segunda parte y Cedrick saltaba al césped en detrimento de Javi Flaño. El experimento Urban empezaba a dar marcha atrás. El albaceteño Sisi volvía al lateral y el congoleño se incrustaba en el extremo derecho, como acostumbra a hacer de inicio desde que De las Cuevas abandonara el equipo. Sin embargo, fue el Lugo quien, a pesar de la ventaja, tomó la inciativa en los primeros compases de esta segunda parte. Y cuando peor lo estaba pasando Osasuna, un rayo de esperanza iluminó El Sadar —aunque de forma poco ortodoxa—. A Lolo Pavón se le iba la cabeza y le dejaba los tacos a Mikel Merino en la espalda. El colegiado Muñoz Mayordomo expulsaba al central granadino, que devolvía los favores de la primera parte a los rojillos otorgándoles la superioridad numérica (minuto 55).

En apenas dos minutos Osasuna se quedaba con nueve

Pero a Osasuna le ha mirado un tuerto. Sisi ponía un centro magnífico al segundo palo y Nino picaba el balón superando al portero pero no a Borja Gómez, que sacaba el esférico prácticamente bajo palos. Se animaba El Sadar a pesar de la ocasión perdida y entonces, ¡zasca! Vujadinovic entraba con fuerza a un balón dividido, el serbio llegaba tarde y, aunque recogió las piernas para evitar el contacto con Dalmau, las volteretas del jugador rojiblanco facilitaron la decisión del colegiado: segunda amarilla y vuelta a la igualdad numérica con diez hombres cada uno. Apenas diez minutos más tarde, Osasuna volvía a desperdiciar una oportunidad de oro pero, como el partido estaba para hacer listado de despropósitos, a Merino se le cruzaba un cable. El canterano hacía una entrada inexplicable en el centro del campo que le costaba la roja directa. Cuando casi no le había dado tiempo a Vujadinovic de abandonar el terreno de juego, el centrocampista acompañaba al balcánico hacia el túnel de vestuarios. Minuto 66 y minuto 68, Osasuna con uno menos hasta el final del partido.

El partido había acabado. El encuentro se convirtió en una pachanga que el Lugo no quería jugar y que Osasuna solo deseaba ver acabar. Con los espacios multiplicados por los huecos que los expulsados habían dejado sobre campo, ambos conjuntos gozaron de ocasiones para sumar tantos al marcador. Luis Fernández, que había entrado por Lolo Plá, buscó con insistencia y egoísmo el tercero del Lugo, pero el delantero se encontró muy solo en el ataque gallego. Por su parte, un revolucionado Cedrick fue el que más lo intentó en el cuadro local. El congoleño tuvo quejas de todo tipo para el colegiado —incluido un penalti por mano de Borja Gómez— y sirvió a Nino una de las mejores del partido: jugada individual por banda y centro al punto de penalti para el remate a bocajarro del almeriense que se topó con un inspirado Dani Mallo. El pichichi rojillo tuvo incluso un gol anulado por dudoso fuera de juego en el minuto 88, tras rematar a regañadientes un buen balón de Torres desde la derecha.

Cerró el partido un centro de Sisi que remató Kenan Kodro al larguero cuando tenía toda la portería para él en el segundo palo. Estaba claro que no era el día de Osasuna, pero son muchos ya los partidos en lo que parece que los rojillos no terminan de salir del autobús. La derrota de hoy ante el Lugo, cuarta consecutiva, puede situar al equipo en una situación dramática. Con todo por jugarse en la parte baja de la tabla, los de Jan Urban podrían acabar la jornada a tan solo un punto de la zona de descenso, apenas un mes después de rozar los Playoff tras el partido en el Mini Estadi. Hoy Osasuna está roto y alguien tiene que arreglar este desaguisado antes de que sea demasiado tarde.